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Toda editorial es una constelación de lecturas; una editorial independiente, más o menos chica, es una colección de botellas lanzada al mar saturado y precarizado del ecosistema de la atención contemporánea. Además de un libro publicado por una editorial independiente, Un rayo cualquiera es un mapa detallado de esa apuesta editorial, en el que una de sus editoras, Natalia Ortiz Maldonado, urde con devoción las distintas ideas que anidan en esas botellas y, sobre todo, el sentido de lanzarlas, con todo el esfuerzo que eso conlleva.
Más que la constelación o el mar de botellas, de todos modos, la imagen que mejor le calza a esta apuesta es, justamente, la que da título al libro. El rayo, diría Karen Barad, como “ejemplo de comunicación paradójica”: cuando se forma, allá arriba, no sabe dónde va a caer, porque responde, extrañamente, al “llamado” de la tierra, en un diálogo eléctrico, un medirse mutuamente a distancia. Toda escritura y toda lectura, toda traducción y toda edición, pienso, son también ejemplos de comunicación paradójica: nunca se forman enteras en la mente del supuesto emisor. La escritura de Ortiz Maldonado despliega una serie de rasgos que buscan hacer patente esa apertura. Por empezar, es una escritura fragmentaria, lo que aparece vinculado a las condiciones de precariedad de la escritura actual; es una escritura opaca, que prescinde a conciencia de los ideales sospechosos de claridad transparente, comprensión total de las palabras que se dicen, sin quitarles ni un ápice de su poder. Al contrario: se trata de una escritura que reivindica el carácter mágico del lenguaje, su embrujamiento. Y al mismo tiempo es una escritura atravesada por lo ajeno, poblada de otras voces, sobre todo las autoras que componen el catálogo de hekht, buena parte en traducción —como Donna Haraway, Karen Barad, Ursula Le Guin, Gloria Anzaldúa—, pero también voces y sensibilidades más anónimas, comunes. A eso apunta de hecho, según subrayó Ortiz Maldonado en una entrevista, la nota de “cualquiera” en el título: no se trata de esperar el gran rayo, el único, singular, salvador; esos momentos de comunicación paradójica, de contacto extraño, son cotidianos, corrientes y múltiples, muchas veces sutiles, impredecibles, y se trata más bien de aprender a escucharlos. El “cualquiera”, de todos modos, no debería hacernos olvidar la ya clásica lección harawayana: importa qué historias cuentan historias. Importa qué rayo nos golpea.
Importa con qué pensamientos pensamos, y sentimos, un presente de desastre, como lo llama Ortiz Maldonado, esquivando el vocabulario apocalíptico tan popular en los tiempos que corren. Un rayo cualquiera intenta pensar también la avanzada reciente de lo que nombra como fascismos, su captura y administración del malestar, pero su fuerza está principalmente en conducir nuestra atención a todo eso que los fascismos querrían suprimir tanto en la realidad como en la memoria y el deseo.
Natalia Ortiz Maldonado, Un rayo cualquiera. Escritura, desastre y reparación de mundos, hekht, 2025, 176 págs.
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