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Misterio entre los misterios, el surgimiento de la consciencia es un problema teórico de tal magnitud que no parece haber otro, considerado a la par, que pueda evitar verse empequeñecido por su sola sombra. Acaso tenga como único rival comparable el nacimiento mismo del Universo, lo que no es decir poco. No en vano, religiones y filosofías han relacionado una y otra cuestión tantas veces. Pero Douglas R. Hofstadter no es un religioso y difícilmente se lo considere un filósofo. Su formación en matemática y física, su labor como profesor en ciencias cognitivas y como director del Center for Research on Concepts and Cognition de la Universidad de Indiana invitan a observar el tema desde otra perspectiva. Podría plantearse del siguiente modo: ¿cómo emerge la consciencia de un conjunto de procesos físicos? O, mejor, ¿cómo puede un modelo científico (lógico-matemático-físico-biológico) explicar la consciencia? La perspectiva de Hofstadter tiene un enemigo fundamental, el dualismo: lo que existe, dirá, existe físicamente, no hay otro plano, ninguna “fuerza extra-física”. Luego, su enfoque está marcado por una concepción gradualista: eso que llamamos “consciencia”, “yo” o “alma” es el emergente de un bucle extraño (que puede explicarse o concebirse a partir de ciertos desarrollos lógicos de Gödel), bucle que se da en algunos, relativamente pocos, lugares del Universo y con diversos grados de complejidad. Hasta donde podemos ver, un ejemplo extremo de esa complejidad se da en los seres humanos. Pero ocurre, en una escala continua y sin saltos, en los primates, en los perros, en los peces… (Hofstadter es vegetariano y sostiene que el punto de corte inferior es arbitrario. Él, cuenta, puede matar un mosquito sin remordimientos).
Casi treinta años después de Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle, Hofstadter vuelve entonces sobre las hipótesis que lo lanzaron a la fama. Desde entonces ha escrito algunos libros con mayor o menor especificidad temática, pero Yo soy un extraño bucle es el regreso a la cuestión mayor, a la pregunta que es en nosotros base de cualquier pregunta. Tal vez justamente por ello abandona toda homogeneidad estilística. El libro está conformado por tantos géneros discursivos como es posible imaginar: autobiografía, especulación científica poblada de metáforas, intercambios epistolares, arduas explicaciones de problemas lógicos y matemáticos. Incluye fotos (tomadas por él mismo) y hasta largos fragmentos de ficción científica (escritos por él mismo). El cerebro, explica, es un sistema multinivel y las células no son las portadoras de la consciencia. Lo que importa son los patrones: “¡no es la carne, es el movimiento!”, grita en algún momento. Antes o después se pelea con John Searle, se permite incluir un poema que una admiradora escribió a partir de sus ideas y deja aparecer definiciones de este tenor: “Nosotros, esos espejismos que se perciben a sí mismos y que se inventan a sí mismos, somos pequeños prodigios de autorreferencia”. Yo soy un extraño bucle es una ensalada (Hofstadter mismo lo describe de este modo). Para algunos de nosotros es particularmente suculenta.
Douglas R. Hogstadter, Yo soy un extraño bucle, traducción de Luis Enrique de Juan, Tusquets, 2014, 524 págs.
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