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Hay un momento en la trayectoria de algunos escritores —Washington Cucurto parece ser uno de ellos— en el que, de pronto, lo producido exige un cambio de valoración y pasa a verse como una obra en vez de como un conjunto disperso de publicaciones. Consecuencias editoriales: reaparecen los primeros libros, se reúne la obra completa, se lanzan diarios o memorias, se arma el libro de conversaciones. Esta última opción es la que propone Facundo Soto en Conversaciones con Washington Cucurto. Pregunta, comenta, discute, edita y escribe a partir de una simple decisión estructural: los capítulos siguen cronológicamente los libros que el autor publicó. La amistad entre ambos y ese recorrido le permiten a Cucurto exponer sus claves de escritura, pero también desbordarse hacia aquello que la acompaña: la edición, la performance y aun las intimidades de la vida diaria.
Porque, además de la obra, aquí se devela al escritor como hombre común. Unas intermitentes didascalias introducen algunos capítulos y describen la escena en la que ambos amigos se disponen para la charla, en un bar o una plaza, caminando por la ciudad, yendo a una inauguración, reunidos para decidir la tapa de un nuevo libro, cenando en la casa familiar. Esa cotidianeidad del tiempo presente quiebra los continuos viajes de la memoria, a la vez que le permite al entrevistador posicionarse como cronista, para equilibrar su propia participación en un diálogo que, entre idas y vueltas, porfías y contradicciones, configura un arte poética ambigua. Ambos insisten en que la literatura de Cucurto siempre proviene de la reescritura de otros autores —algunos centrales y otros completamente ajenos a la tradición argentina—, cuyas resonancias enriquecerían la lectura, aunque su ignorancia no la clausure. También reflexionan sobre el funcionamiento de los abundantes procedimientos de escritura, mientras Cucurto advierte que el suyo no es un uso consciente. O desbaratan la lógica de la superproducción: ¿Cucurto destruyó todo lo que escribió y no llegó a publicar o atesora un inmenso archivo de escritos inéditos? De cualquier forma, al valorar la cantidad, fija posición como escritor: rebelión contra el profesionalismo; rechazo de toda selección —“los libros malos son fundamentales”—; la literatura como impulso juvenil asociado con la vitalidad y, por lo tanto, con fecha de vencimiento. Ambiguo e irónico siempre, aunque pretenda vivir rápido y morir joven, sentencia: “cuando sea viejo voy a ser otra cosa, voy a ser rockero”.
En la escena que arma Soto, el personaje Cucurto se autodefine —“yo soy un gran publicista de mí mismo”—, mientras repasa y describe sus creaciones —realismo atolondrado, cumbielas—. Pero, nostálgico al fin, siempre añorando la diversión fraguada en otra escena: el mito de su origen como escritor, cuando el repositor de supermercado escribía poemas en el reverso de una hoja de stock mientras acomodaba verduras en una góndola. Para el bifronte Washington Cucurto/Santiago Vega, literatura y trabajo son mundos adyacentes, aunque siempre opuestos.
Facundo R. Soto, Conversaciones con Washington Cucurto, Blatt & Ríos, 2017, 336 págs.
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