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Cuentos completos

Rodolfo Walsh

LITERATURA ARGENTINA

Nos habíamos acostumbrado a los libritos de cuentos de Walsh. A esos volúmenes livianos, fáciles de doblar y de meterse en el bolsillo, con ese tono impreciso de gris en las tapas. No estaba nada mal el contraste que se producía entre la fragilidad del soporte y la contundencia de esos cuentos soberbios que venían adentro. Como si fuera un gesto deliberado, para recordarnos algo, aunque vaya uno a saber qué.

Había que ponerlos juntos, apilarlos sobre la mesa, para poder darse una idea un poco más precisa del valor del conjunto, y para armar y leer las series desperdigadas entre los libros: la saga del colegio en “Irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres” y “Un oscuro día de justicia”; esa suerte de “microscópico Ulises rural” formado por “Fotos” y “Cartas”; los primeros cuentos policiales en los que el investigador es Daniel Hernández, y después esos otros, geniales, en los que Hernández escucha y narra los recuerdos nostálgicos del retirado comisario Laurenzi. Y “Esa mujer”, y “Nota al pie”, y los otros.

Nos fuimos acostumbrando también a que la mayor repercusión pública de Walsh, en los últimos años, pasara por su costado de periodista y militante. Así fue en 2006, al cumplirse medio siglo de los asesinatos en el basural de José León Suárez que desencadenaron la investigación que hoy podemos leer como Operación Masacre (1957). Y en 2007, al cumplirse treinta años de la emboscada en la que un grupo de tareas de la dictadura militar asesinó a Walsh y secuestró su cadáver. En ambos casos el suceso recordado era fundamentalmente político, y las obras que acompañaban el homenaje iban en la misma línea.

En ese contexto, esta primera edición argentina de los Cuentos completos de Walsh, con prólogo e indicaciones de Ricardo Piglia, con un apéndice que incluye cartas y entrevistas, es un acontecimiento. Una oportunidad de volver a leer sus cuentos clásicos y de leer por primera vez esos otros más complicados de encontrar hasta ahora, como “La máquina del bien y del mal”, “El 37”, y algunos otros que se agregan, para felicidad de los amantes del género, a la serie del comisario Laurenzi. Una oportunidad, también, de volver a comprobar, como si hiciera falta, qué gran cuentista es Walsh.

Lo sabemos, no es preciso, tampoco posible, “elegir” entre el Walsh escritor y el Walsh periodista y militante. Y sin embargo, ¡son tan buenos estos cuentos!, que uno no puede dejar de lamentarse, aunque sea por un minuto, al pensar en los proyectos de cuentos que Walsh menciona al pasar en entrevistas y anotaciones (“Mi tío Willy que ganó la guerra”, “Juan se iba por el río”, algún otro) y que después quedaron sin escribir o fueron secuestrados por los militares. Sabemos también que el Walsh de los setenta había definido sus prioridades a conciencia. Pero es notorio que los lectores somos sujetos ferozmente egoístas, como buenos adictos: cuestiones como el futuro de la humanidad pasan a segundo plano cuando estamos disfrutando una buena dosis de cuentos perfectos.

 

Rodolfo Walsh, Cuentos completos, edición y prólogo de Ricardo Piglia, Ediciones de la Flor, 2013, 560 págs.

10 Oct, 2013
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