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Creo que han desaparecido esas encuestas en que se definía “el libro más importante” del año, de la década, de la historia. Quizás sucumbieron a su trivialidad, a la ausencia de un espacio de lecturas comunes o a la imposibilidad de definir “importancia”. ¿Tiene que ver con la calidad excepcional de una obra, con su influencia, con su capacidad para describir o inventar la realidad? Corramos el riesgo. Se ha publicado en Argentina Sudor sudaca, el libro más importante que haya circulado entre nosotros en mucho tiempo, y tengo el temor de que (estoy tentado de agregar: “como era de esperar”) sea un libro que pase un poco desapercibido: la reedición de un puñado de historietas de hace treinta años por una editorial especializada no suele acceder al espacio glorioso de los cánones.
Sudor sudaca recopila historietas realizadas por José Muñoz y Carlos Sampayo entre 1981 y 1984, publicadas en la revista Fierro en tiempos de la transición alfonsinista. Cada capítulo de la serie alterna anécdotas paranoicas entre exiliados (el que se inventa un pasado militante para seducir a una chica y es señalado como represor; el que recibe una visita de compatriotas que no recuerda y que lo saben todo sobre él) con rememoraciones de un pasado no menos violento que el presente (la pesadilla viril del servicio militar obligatorio o las vidas híper codificadas de las clases medias), que de algún modo confluyen en el bellísimo relato final, en el que una mujer y un hombre ya mayores, que se conocen por la casualidad de que sus hijos exiliados se han casado en Europa, construyen una delicada historia de amor. En todos los casos (salvo, quizás, en la prudente esperanza de la última historia), Muñoz y Sampayo muestran una Argentina en la que es más fácil construir rupturas que continuidades, pero a la vez fabrican un artefacto que instaura una relación con el pasado desde la memoria más íntima: la luz de las calles, los detalles del habla, los modos de reír o de insultar.
Muñoz y Sampayo ya habían llegado, en aquellos años, al dominio pleno de su arte de narrar. En Sudor sudaca hacen que la claridad expositiva de la historieta clásica, homenajeada en muchas viñetas, confluya con las complejidades visuales de la historieta de autor que los tiene como influencias centrales. Hay una coherencia extrema en cada elemento. El trabajo minucioso con la lengua, entre registros casi burocráticos y transcripciones paródicas del habla, tiene su eco en la memoria inapelable, a la vez cariñosa y violenta, de los dibujos de Muñoz, y en el ritmo entrecortado de las secuencias y la aparente arbitrariedad de esos encuadres en los que los personajes secundarios ocupan el centro de la imagen.
El lamento es siempre una actividad penosa. Los grandes libros encuentran finalmente a sus lectores: Sudor sudaca (y el otro libro en el que Muñoz y Sampayo retomaron su recorrido argentino treinta años después, Gardel) estarán entre nosotros por mucho tiempo. Volveremos a ellos una y otra vez si queremos entender algo de lo que nos pasa.
José Muñoz y Carlos Sampayo, Sudor sudaca, Hotel de Ideas, 2015, 72 págs.
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