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Javier Moreno consigue en 2020 aunar con éxito dos cuestiones que estaban presentes a lo largo de toda su obra. En primer lugar, una voz narrativa, absolutamente personal, que había transitado tanto por su poesía como por sus novelas y que, sin duda, había culminado en la inigualable Alma (2011). Una voz que ha conseguido un tono preciso y que se caracteriza por el uso de imágenes de gran potencia visual y poética, y por unos cortes en el flujo de significado que consiguen alterar al lector en todo momento. En segundo lugar, 2020 se adentra en una serie de cuestiones y temas que también han obsesionado a Moreno desde un principio: la relación entre las emociones y el capitalismo; la presencia constante del lenguaje de la publicidad y los medios; la potencia de la literatura para plantear cartografías del mundo, pues, en última instancia, 2020 es un mapa del futuro.
Hay una historia que conduce la trama: la desaparición de un famoso empresario que lleva a cabo su particular descenso a los infiernos, a través de una distancia que le permite en todo momento estar a salvo –la imagen–. En esa historia se entrecruzan muchas otras, incluso la del propio narrador-autor. Pero 2020 interesa sobre todo por la cantidad de flashes e imágenes que se presentan a lo largo de la novela, lo que acaba por transformarla en una especie de flash-forward de situaciones del futuro.
Se ha hablado mucho últimamente de las novelas de la crisis y del giro contextual que se está produciendo en la narrativa española contemporánea. 2020 pertenecería a ese estado de cosas, si bien consigue puentear el realismo a través de la creación de un universo extraño en un futuro posible. Lo terrible de la novela es que nos dice que el desastre tendrá lugar y que el apocalipsis, paradójicamente, será el triunfo absoluto del capitalismo. Porque lo que muestra el mundo de 2020 es que la transformación que muchos creen está sucediendo en la actualidad no es la del fin del capitalismo, sino todo lo contrario, su fortalecimiento, su crecimiento hacia otro estado de cosas que no sabríamos aún cómo llamar.
Encontramos también allí un universo plagado de ruinas. De ruinas modernas, como los aviones abandonados de la T4 de Barajas, que funcionan como una imagen que vuelve una y otra vez a lo largo de la novela. Esa huella del pasado se da la mano con el futuro, produciendo una especie de choque de tiempos. Y al darnos cuenta de que el futuro distópico es parte de nuestro presente, este inmediatamente se transforma en pasado y miramos alrededor de modo diferente, porque vemos entonces nuestro mundo como un tiempo último, unos últimos días, un tiempo de duelo. De este modo, el presente es empujado hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo, se tambalea y se resquebraja. Eso es lo que nos hace ver 2020: que el presente ya está roto, que se ha llenado de grietas y que nos vamos a colar por ellas si seguimos por este camino.
Javier Moreno, 2020, Lengua de Trapo, 2013, 264 págs.
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