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Existe una literatura que necesita apelar a la incertidumbre para ser precisa, divagar para mostrarnos su verdadero ser, invitarnos a desenfocar la mirada para que la forma oculta surja de la opacidad y nos cautive. Juan Carlos Méndez Guédez ha conseguido con Arena negra, una novelita que no llega a las noventa páginas, hacer de este juego un testimonio.
En la estela de un buen número de escritores latinoamericanos residentes en España, como el colombiano Juan Gabriel Vázquez o el argentino Marcelo Luján, quienes eligen la inmigración y sus dos orillas como una de sus preocupaciones, el venezolano Méndez Guédez multiplica la ecuación inmigratoria y viajera. El disparador para narrar las idas y venidas, los tiempos pasados y presentes, la siniestra melancolía, será el relato repetido en diferentes versiones de un hombre que se escapa de España a Venezuela, dejando a su mujer y a sus hijos. Para contar esa historia, y acaso con ella la de los que no vuelven jamás para quedarse siempre, un coro de voces fragmentarias se subirán al texto y dirán lo suyo: una esposa que lo odia y ya no lo espera, una hija que especula “Supongo que ser hijo es buscar una venganza”, un poeta y un novelista que escriben alrededor de ellas, poniendo el acento en la necesidad de las palabras para desentrañar los dolores, para comprender los destinos imposibles que nadie explica nunca.
Arena negra, como esa que tapiza las playas canarias, se construye como una nouvelle concebida a través de textos muy breves, algunos de dos líneas, otros de una página, que recrean, con letras del abecedario en lugar de numeración, los múltiples escenarios geográficos en los que los narradores piensan y hablan. Enlazando todas las diferentes circunstancias y todos los tiempos, el asunto central de la novela: las formas de contar, la necesidad de contar, la angustia de contar y volver a contar la vida misma. “Leer una novela es la intuición de que en medio del ruido y el caos hay un mensaje nítido que nos implica”, se lee en el “Dietario” del escritor; “Padre deja un agujero en mi vida que me permite llenarla de palabras”, se duele la hija.
A las inmigraciones y a la literatura se les unen las posibles muertes de ese viajero inmortal que sirve de excusa para la obra entera, el sexo y los amigos, la música, el mar, Madrid, París, Tenerife. Méndez Guédez mete todo eso en una máquina lírica auténticamente personal, lo monta sobre una narrativa segura de su misión de ser poética, para realzar y nunca detener los episodios eternizados que nos cuentan estos Ulises y sus Penélopes mestizos.
En abril de 2013, Arena negra fue elegida por los libreros de Venezuela como libro del año.
Juan Carlos Méndez Guédez, Arena negra, Casa de Cartón, 2013, 89 págs.
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