Lo que a nadie le importa

Tan bien escrita está la última novela de Sergio del Molino que resulta sospechosa. Pero no todo en este libro es un alarde de prosa —española sin complejos—, sino que la acción, sin sostenerse en mayor trama que las vicisitudes de un hombre, una familia y un país, avanza torrencialmente, acompañada de la feroz autocrítica que el autor acomete contra el entorno del que proviene y, sobre todo, contra sí mismo. Y para quien extrañe la ficción más evidente en una novela que se declara autobiográfica, Del Molino muestra que, si bien su texto establece un pacto de veracidad con el lector, se encuentra enmarcado en ficciones de mayor calado, que van de la construcción de un relato familiar compartido por las clases medias del franquismo a la narrativa que la España de la transición, soñándose al fin moderna, se sigue contando a sí misma.

Tenemos, entonces, una prosa reluciente, una narración efectiva y una cruenta meditación sobre lo propio, elementos que, consustanciales al texto literario como lo son, resulta extraño encontrar juntos en una novela contemporánea, vertebrada en este caso sobre la figura legendaria del abuelo. Una figura tan simbólica que a veces corre el riesgo de resultar estereotipada; y lo es, más por méritos propios que por artificios del novelista, al que no le queda más remedio que rescatar la vida callada del viejo huraño. El abuelo lucha en la Guerra Civil en el bando nacional, abandona el campo aragonés para establecerse primero en Zaragoza y después en Madrid, siempre en barrios populares y coloridos, características que se trasladan a la prosa, y finalmente muere, decepcionado de todo, buscando en libros sobre la Guerra Civil la explicación a su propia historia y profesando un comunismo casi íntimo que contradice su biografía y que sólo es superado en vigor por su fanatismo por el Atlético de Madrid, amuleto al fin y al cabo de los perdedores madrileños.

Pero también está el nieto, autor, narrador y coprotagonista, que roe su propia vida plena de miserias pero despojada de la fascinación que producen las leyendas del abuelo. Lejos de la épica de las batallas del Ebro, Del Molino retrata una vida sórdida que en sus mejores momentos se deslumbra con las luces de la Gran Vía y de las pretensiones artísticas, para pronto darse cuenta de que, en el fondo, sigue habitando el pueblo que el abuelo creyó alguna vez abandonar. Como ajuste de cuentas con su pasado y con la España que le tocó vivir, Del Molino escribe Lo que a nadie le importa con un estilo deliberadamente castizo y casi barroco, con el que también cuestiona ese castellano tan querido por parte de la tradición literaria española, pero en lugar de festejarlo lo problematiza, consciente de que al enemigo —en este caso, la España más casposa y la más inocentemente moderna— se lo vence combatiéndolo con sus propias armas.

Sergio del Molino, Lo que a nadie le importa, Literatura Random House, 2014, 256 págs.