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Retomo esta reseña que había bocetado hace tres domingos o más, cuando afuera los bocinazos ladraban contra un cántico a capella, que elevaba a la Virgen Santa Rosa de Lima por sobre la avenida. Congelados por la procesión, los autos reafirmaban el tejido de músicas populares vigente: reggaetones, cumbias, bachatas, beats, la radio. Pero hoy, que retomo esta reseña, el ejemplo de “música popular” (“la más hermosa música”) que sigue resonando en mí es la versión coreada con ímpetu tribunero del estribillo de “YMCA” (1978), que llegaba desde una carroza de La Cámpora durante la Marcha del Orgullo Gay. En este ruido celebratorio de estos días, donde la comunidad peruana ratifica su evangelización y un nuevo peronismo abraza a Village People (no traducir “gente villera”), la supuesta “fusión” de folclore y electrónica de un proyecto como Chancha Vía Circuito (alias del joven argentino Pedro Canale) no podría sonar más que purista y programáticamente transparente.
Amansará, ya tercer álbum de Chancha considerando Rodante (2008) y Río arriba (2010), continúa el proyecto de actualizar “la música de raíz” según los diversos dictados de las pistas de baile. Digamos, el mismo plan que en 2001 inauguró Gaby Kerpel con su señero Carnabailito. Sólo que esta vez Canale se va alejando bastante de los moldes de la cumbia digital (es parte de la escudería Zizek), aunque todavía el swing cumbiero no abandone del todo tempo y base. Desarrolla ahora con un gesto de antropología naïve (ver el arte de tapa, no tan alejado de la estética Putumayo) lo que insinuó su percusivo remix del “Quimey Neuquén” (2010) de José Larralde que llegó a Breaking Bad.
Como pude comprobar el año pasado en una disco de Köln donde tocó Canale, su música logra contagio inmediato. Los alemanes lo bailaban de una, no sólo demostrando que cierta comunicabilidad y “buen gusto” for export estarían funcionando, sino también que en su personal fusión “folktrónica” fluye el diálogo, sin fricciones ni fisiones. Se neutraliza esa dialéctica entre músicas ―que se olfateaban como perros de razas distintas― expuesta en la obra insoslayable de Marcelo Fabián, a quien Canale llamó “mi maestro” en su show de Club Cultural Matienzo del 25 de noviembre pasado. En el mismo recital, la bagualera Miriam García (también presentada como “mi maestra”, subrayando el clima de tributo escolar) ofició de cantante y de investigadora invitada, contando el origen de cada copla remixada y nombrando mucho a Leda Valladares. Antropología musical argentina para todos y todas: pero todos, de aquí y de allá.
En Chancha, el encastre de raíz y electrónica es vigiladamente impecable, tanto que las costuras no se notan. Amansará cita en sus ritmos tanto las percusiones de Domingo Cura (“Corioco”, “Sabiamantis”) como los beats programados de los berlineses de Basic Channel (la antológica “Jardines”). Pero sobre todo recuerda el experimento de Rajko Müller (Isolée) en su Beau Mot Plage (1998): ese momento en que el microhousealemán desemboca en un malambo digital, que parece argentino sin querer. Las sesiones y secciones más evolutivas de Amansarán prometen que pronto la etapa de investigaciones y pruebas pasará. Entonces Canale ganará en confianza y maestría, aunque pierda algo de la respetuosa humildad que lo caracteriza. Descubrirá ―acaso sin querer― que lo esperan otra fluidez, al soltarse del programa estético que impone sabor local para expansión global, y nuevos desafíos en la dialéctica de los “sordos ruidos” y los estereotipos imaginarios (a qué llamamos “raíz”, a qué “electrónica”, a qué “Argentina”). Una dialéctica que podría no resolverse en un diálogo amansado de músicas, ya que estas reflejan el real disenso de la sociedad y de las naciones entre sí. No dejo de pensar en “YMCA” coreada por La Cámpora: el presente de las más desprejuiciadas apropiaciones transculturales ―que tienen lugar en un iPod, en la calle, en casa― es tan contundente y complejo a la vez, que proyecta muchísimas músicas posibles.
Chancha Vía Circuito, Amansará, Wonderwheel Recordings, 2014.
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