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Como sucedió y sucede con los Beatles, Dylan y Gardel, se ha forjado una heterogénea y copiosa bibliografía alrededor de Frank Zappa: desde memorias de amantes hasta lecturas sobre su obra bajo la perspectiva de T.W. Adorno. ¿Debería sorprendernos que en España, donde tocó en varias ocasiones, se hayan editado dos libros desde hace poco también distribuidos en Argentina?
Uno de ellos es ¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa, de Pauline Butcher, quien recuerda sus años como secretaria de Zappa, entre 1967 y 1971. Es un libro para fans, a diferencia del siguiente, una de las pocas memorias de músico verdaderamente esenciales. En La verdadera historia de Frank Zappa, originalmente publicado en inglés en 1989, Zappa (quien fue entrevistado por el coautor Peter Occhiogrosso, pero luego editó y agregó nuevo material al texto) buscó contrarrestar lo que consideraba visiones distorsionadas en otros libros —de ahí el título original: The Real Frank Zappa Book— o mitos urbanos, como que había comido excremento arriba del escenario: lo más cerca que estuvo, nos aclara, fue en el bufete de un Holiday Inn en 1973.
Maravillosamente ilustrado por A. West, el libro de Zappa es un componente esencial de su vasta obra. En la primera mitad predomina la autobiografía, con datos y observaciones que echan luz tanto sobre la persona como sobre el artista: recuerdos de familia, aproximaciones casi mortales a la química, o el gusto ecuménico por Varèse, Stravinsky, Webern, el rhythm and blues y el doo-wop.
Aun para un dadaísta nato, Zappa tuvo que lidiar con demasiadas situaciones absurdas. Como la cancelación de una función sold out de las Mothers en Londres en 1971 debido al contenido de las letras: la transcripción de su comparecencia en el juicio que le hizo al Royal Albert Hall (y perdió en 1975) no tiene desperdicio.
Las amarguras en suelo británico no terminan allí: Zappa acusó a la Sinfónica de Londres de utilizar artimañas sindicales (su mal concepto sobre las unions aparece más de una vez) y de grabar borrachos. Esto es parte del capítulo “Todo sobre la música”, que también incluye su definición del rol del compositor (básicamente, la organización deliberada de materiales, no importa cuáles), su relación con Pierre Boulez, el muy adorniano apartado sobre las “progresiones odiosas” de acordes, la quimera de la “performance perfecta” con el Synclavier como panacea tecnológica, el lugar del humor en la música, o su mirada “antropológica” sobre las orquestas y las bandas de rock; además del principio de proyecto/objeto que unifica a su obra en un todo coherente.
En el resto, se suceden tópicos frecuentes no sólo en las canciones de Zappa sino también en sus entrevistas: la batalla unipersonal a mitad de los ochenta contra el lobby que buscaba censurar los discos (comandado por la esposa de Al Gore, décadas antes de que este se reciclase como ecologista), su aversión por la intromisión de los evangelistas en la era Reagan, o la plataforma política (“conservadurismo pragmático”) para una carrera presidencial a la que no llegó a lanzarse.
Y hay que resistir la tentación de hacer un collage de citas zappianas, ya que la lucidez y actualidad de sus ideas son demoledoras: los vínculos estrechos entre música y merchandising, la omnipresencia del esponsoreo y, sobre todo, el loop cada vez más breve de la nostalgia (ver ahora al fan de Zappa Juanse reuniendo a su vieja banda para algo llamado Rock & Chop). Porque en Zappa, quien intentó sin éxito vender un sistema de descargas de música a principios de los ochenta (otros proyectos fallidos del capítulo “Fracaso”: un 678 a la Zappa propuesto a la ABC en 1987 y una ópera para el Mundial 90), se dio la paradoja de ser un hombre de su tiempo a la vez adelantado a él.
Frank Zappa con Peter Occhiogrosso, La verdadera historia de Frank Zappa. Memorias, Malpaso, 2017, 352 págs.
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