Inicio » MÚSICA » La voz inútil

La voz inútil

La Máquina Soltera

MÚSICA

A mediados de abril, el trío de improvisación poético-musical La Máquina Soltera, integrado por Wenchi Lazo (guitarra eléctrica y voz), Diego Pojomovsky (bajo y procesadores) y Guillermo Saavedra (voz y textos), presentó en el CCEBA su propuesta de composición espontánea titulada —como uno de los libros de Saavedra— La voz inútil.

Lazo y Pojomovsky empezaron esbozando una situación sonora en la que latían los gérmenes de sentido que enseguida iban a encarnar las palabras. Sobre esa materia vacilante, todavía informe, Saavedra depositaba la letra “te” y la repetía de manera discontinua, como un traqueteo. La “te” se fue volviendo “to” para alcanzar, finalmente, la redondez de la palabra: “tomate”. “Un solo tomate contiene / todo el dolor del mundo: / un tomate solo”, leyó Saavedra, mientras cada uno de los operarios de La Máquina se dedicaba a inquirir, con atenta dispersión, lo que sugerían las palabras, lo que proponían los otros ejecutantes y las posibilidades que abría su propia ejecución.

No sería del todo exacto afirmar que lo que hace Saavedra sea cantar (aunque su voz llegue a emanciparse de la mera recitación de un texto), o que actúe (aunque se valga, gestualmente, de una expresión dramática). Se podría decir que él “toca” el lenguaje. Su voz recorre múltiples registros: la parodia en algunos tramos (cuando no un solapado homenaje), el tono grave y susurrante del que maneja con prudencia la materia esquiva del poema, por momentos una salmodia exacerbada, a veces una colocación que recuerda el grito primal de algunos cantantes de blues, en ocasiones un scat que se vuelve puro ritmo en alineación con el bajo, por trechos una especie de Sprechgesang etílico.

El poema en la página funciona como una plataforma o una balsa tripulada por alguien decidido a buscar, a toda costa, la deriva. “Todo canto, bien oído, es de sirenas”, dice uno de los poemas. Y, en efecto, pareciera que los músicos navegaran por aguas procelosas dispuestos a naufragar, acercándose siempre, entre islas, a la isla ubicua de la que proviene el canto, sin llegar nunca a encallar en su costa rocosa, pero alcanzando, sí, el simulacro de esa tragedia. La página, una vez dejada de lado (o utilizada como instrumento que se sopla o se percute), da lugar a la improvisación en su estado más puro, desencadenada por el sentido de un verso, por el sonido de una palabra o por las evocaciones que, desde la guitarra y el bajo, conducen la voz hacia la plena inutilidad del canto. Esto la vuelve libre, en tanto queda dispensada de la coerción de toda forma prefigurada que se ofrezca como puerto de arribo a la desestabilización sostenida de la navegación sonora del trío. Se trata de poner en práctica lo que Saavedra llama, en un poema, la técnica Houdini: “ponerse grillos / e intentar escaparse”.

El oxímoron de una máquina que no participa de la lógica de lo utilitario (y que, además de aludir a La machine célibataire de Duchamp, recuerda las máquinas inútiles de Picabia y de Tinguely) rompe el automatismo, lo impide. Tal vez otro verso pueda describir el movimiento al que asiste el trío: “ir al olvido y del olvido irse”. La máquina se traslada a través de un presente barroso en el que avanzar es un imperativo irrealizable, el fin imposible de su movimiento sonoro, de su errar a través de territorios velados en los que palpita el extrañamiento de una ausencia (de sentido, tanto como de sinsentido).

Los textos y los sonidos conspiran en la desfiguración de todo lo que pueda fraguar la solidez de una certeza, una que sea capaz de detener su circulación en una forma anquilosada. La Máquina Soltera, como pudimos atestiguarlo en su última presentación (necesariamente irrepetible), se sostiene en el filo de lo actual, en el presente de la improvisación que hace de la incertidumbre el principio de su movimiento, en una intemperie que puede llegar a ser inhóspita, pero que pide, en el compromiso con el riesgo del que escucha y del que toca, una forma extremada de la atención.

 

La Máquina Soltera, La voz inútil, Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), 16 de abril de 2014.

12 Jun, 2014
  • 0

    Los veinte años de Compañía Oblicua en el Centro Cultural Recoleta

    Abel Gilbert
    18 Jul

    La Compañía Oblicua, fundada y dirigida por el compositor Marcelo Delgado, conmemoró sus primeros veinte años de existencia en el Centro Cultural Recoleta. El ensamble que integran...

  • 0

    Brian Eno. Another Green World

    Geeta Dayal

    Fermín Eloy Acosta
    11 Jul

    Quien haya escuchado el disco de Brian Eno Another Green World, lanzado en 1975, percibe desde el inicio que se está frente a...

  • 0

    Visiones pandémicas

    Juan Pablo Navarro Septeto

    Abel Gilbert
    2 May

    Los largos días del covid-19 supusieron una alteración sin precedentes del entorno acústico: desde las escenas silentes provocadas por el confinamiento obligatorio hasta las prácticas de urgencia...

  • Send this to friend