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Siento la necesidad de pronunciarme, de salir del hecho en sí y decir lo que pienso. Encuentro desórdenes de causa en la discusión desatada por las redes sociales. Los debates que despierta el arte pueden generar emociones contradictorias, al menos los que a mí me interesan.
En el último tiempo me había sorprendido notar una tendencia estética ingenua tan grande dentro del sistema del arte contemporáneo argentino. Y me resultaba bien interesante. ¿Estaría de algún modo relacionada con el posicionamiento del arte argentino dentro de una esfera más global? ¿Era puramente la apropiación de una estética desde otro lugar? Pienso en lo que alguna vez sostuvo Mujica Láinez: “Porque lo corriente es que los pintores intuitivos o pintores ‘domingueros’ pinten sólo para su propia satisfacción y no muestran sus obras (cuando lo hacen) sino a los íntimos […], a menudo resulta arduo y hasta imposible deslindar las zonas en las que se mueven los artistas rotundamente ‘ingenuos’ de las que transitan otros pintores, avezados en la técnica pero ‘ingenuos’ también por su enfoque del problema plástico. ¿Problema? Para los pintores ‘ingenuos’ no existen los problemas plásticos. Sólo existe la sincera necesidad de hallar un alivio a ‘otros’ problemas, que suelen ser los de la vida cotidiana”. Por mi parte, entiendo que una pintura es ingenua porque es ajena a una preocupación estética elaborada y sólo obedece al goce inmediato de pintar. Y que es intuitiva cuando se realiza espontáneamente, sin mediar un aprendizaje previo. Y que se la supone primitiva cuando está marginada de las revelaciones de la pintura “culta” de su época. Y que es de domingo porque sus hacedores suelen tener otro oficio que les ocupa el resto de la semana.
Paralelamente a estas cuestiones, hace no tanto abrí una cuenta en Twitter, y allí apareció Pocho La Pantera (Ernesto Gauna). Un día, Pocho subió un cuadro que me llamó la atención. Busqué y encontré otros que también me parecían interesantes. Entonces decidí comunicarme con él para visitar su taller. Me gustaría hablar de la cercanía emocional que sentí al encontrarme con la obra pictórica de Ernesto Gauna. Tengo la impresión de que mi presencia dentro de la muestra Si sos vos soy yo, que reunía mis obras y las suyas en Mite Galería, no quedó del todo clara. Pocas veces me siento atraída hacia personas que son iguales o parecidas a mí, y conozco y abrazo las consecuencias que eso implica. Algo así pasó con este proyecto.
Los encuentros fueron siempre con La Griega, su compañera de vida. Mientras mirábamos los cuadros, ella me contaba las historias que cada título tenía detrás. Nos reíamos mucho de algunas anécdotas. Primero surgió la idea de un proyecto curatorial, pero después se fue desplazando como por inercia hacia una muestra compartida. Cuando le conté a La Griega que tal vez mostraba algún trabajo mío se puso muy contenta. Y entendí que el experimento era un hecho. El gesto de desplazar una obra puede ser la obra en sí, pero el hecho de participar con obra física propia, más allá de la abstracción del gesto, puede ser también incómodo y arriesgado. Cuando hay conversación hay confusión/confesión.
La muestra en Mite Galería fue un proyecto de arte y un experimento. Estaba mostrando la obra pictórica de Pocho La Pantera en diálogo con mi trabajo. Y ya la inauguración eclipsó la obra. Había ignorado lo que podía provocar trabajar con una persona mediática. La obra fue poco interpretada. Pero una nueva información post-inauguración hizo más: Gauna tenía una condena social que tomó la escena y generó una intensa incomodidad ética. La muestra se había modificado conceptualmente.
¿En qué sentido es el arte presentación en vez de imposición? ¿Se invierte presentación por imposición cuando aparece información previamente ignorada? ¿Por qué? ¿Qué hago con eso? ¿Apoyo mi derecho de encontrarme en una posición contradictoria sobre aspectos que desconocía? ¿Cuánto podemos diferenciar a la persona de la obra? ¿Tengo derecho a seguir trabajando sobre los aspectos positivos de la existencia de un artista con un pasado cuestionable? ¿Es legítimo pedirle a un experimento artístico que nos entregue verdades generales? ¿Debería el artista “hacerse cargo” de la mirada del espectador, una vez montada la obra? De esas vacilaciones interiores se trata el arte. La certeza de mi propia ignorancia me hace más grande. Estoy interesada en el arte que no entiendo de inmediato. Un dilema (“dos premisas”) es un argumento que está formado por dos proposiciones contrarias y disyuntivas: al conceder o negar cualquiera de estas dos proposiciones, queda disuelto. Yo abrazo lo dilemático.
Una exposición es un problema, no una solución. Y lo habitual es que aparezca como lo segundo. He tomado para concebir nuevamente esta muestra un conjunto de fragmentos, noticias, rumores y acusaciones en redes sociales y he visto modificarse la manera en que se leen ahora las pinturas. Inicialmente la exposición describía otros estados de conciencia —más ingenuos, menos exaltados, quizá no menos profundos—. Si sos vos soy yo deja por ahora una muestra que se cancela a sí misma, reflexiones incómodas que superan la pintura. Dos obras dialogan, incluso cuando el nuevo carácter de la muestra lo prohíbe.
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