Incluso en un mundo lleno de grupos musicales sin centro nacional ni estilístico, el Spring Quartet tiene su peculiaridad. Presentémoslo: Jack DeJohnette nació en Chicago en 1942; es afroamericano y un hito en la historia de la batería: tocó junto a Monk, Coltrane y Miles Davis (en Bitches Brew, por ejemplo), tocó (batería y piano) con músicos de R&B y de world music y con Keith Jarrett y Gary Peacock en uno de los grandes tríos. Joe Lovano nació en 1952 en Cleveland, Ohio, de familia siciliana; al saxo tenor, el soprano y la flauta, ha procesado sesenta años de evolución del jazz y el pop (con Michael Jackson, sin ir más lejos), en un sonido fuerte de potencias afectivas e invención de largo aliento. Esperanza Spalding nació en un arrabal de Portland en 1984; además de tocar el contrabajo y el bajo eléctrico, cantar y componer, viene entregándose, dice, “a la emergencia de un organismo compuesto de poesía, magia, ópera, hechizos sonoros, improvisación, movimiento, reiki, ronroneo, terapia demoníaca, nada”, que le ha ganado el estrellato internacional. Leo Genovese nació en Venado Tuerto, en la pampa argentina, en 1979; forma parte de una camada de pianistas que hace jazz-con-folklore-y-contemporánea, se reclama políglota estilístico, suele tocar con George Garzone (un par de Lovano) y desde 2005 sale de gira con Spalding. El Spring Quartet se reúne para intermitentes, algo sorpresivas presentaciones —las de Burghausen 2004 y París 2014 están en YouTube—, pero que yo sepa no tiene disco. El 15 de abril pasado estuvo en la Universidad de Cornell, santuario ecuménico donde en 1964 el sexteto de Charlie Mingus con Eric Dolphy grabó un concierto arrasador, y en 1977 Grateful Dead un recital legendario. Si uno estaba por ahí, todo persuadía de ir, no en menor grado la intriga. Cierto que al comienzo hubo que cerrar los ojos un buen rato para entrar en lo que estaba pasando. No se notaba un liderazgo; más allá de los largos solos de marca, los diálogos ocasionales, de cierto fundamento de hard-bop, esas estrellas no tenían reparos en ofrecer respectivos temas originales a densos pasajes de improvisación colectiva y apiñarse en brillantes masas de sonido en marcha a la dispersión cromática. Eran temas compuestos pero de final abierto, llenos de notas obstinadas y chubascos de timbal. Poco a poco se conformaba una especie de identidad basada en la fluidez rítmica polidireccional, como si los tempos variables de Genovese y los cambios de paso de Spalding (stride, slide bluesero, funk, arritmia) dieran segundo aliento a un DeJohnette más apoyado en su poderoso redoble que en la melodiosidad de sus escobillas y un Lovano comprometido en rememorar el aporte de Ornette a su léxico rebosante. Uno ya había abierto los ojos. DeJohnette, serio, se sobreponía a sus setenta y siete años. Lovano se hamacaba, retrocedía y miraba a los jóvenes con fugaces sonrisas. De Genovese sólo se veían los hombros vibrátiles y el flameo de un poncho rojo. Spalding ladeaba la cabeza como una muñeca. Yo la había escuchado en disco y la propaganda de chica prodigio me hizo subestimar su música. Ahora que la estaba viendo, oía mejor y más. Es una contrabajista rítmicamente perfeccionista que se contradice y expande en timbres inusitados; y, sin lo que se dice una gran voz, modula, frasea, dronea y dramatiza con una delicia ensoñadora. Spalding vestía saco príncipe de Gales y pantalón blanco, pero cada uno de los otros se expresaba también por la ropa. La presencia física se realimentaba con la acústica del vivo. Es que el Spring Quartet no tiene nada de aventurado. Músicos conscientes de sus lenguajes idiosincráticos, de sus suertes y mundos distintos hacen sociedad (e incluyen en esa sociedad al público), intercambiando no sólo ideas o líneas musicales sino también emociones; dones de materia sonora. Un concierto así es una gran fiesta de la conversación; cara a cara, fuera de la clausura de los emojis.
Spring Quartet (Joe Lovano, saxos y flauta; Jack DeJohnette, batería; Leo Genovese, piano; Esperanza Spalding, contrabajo y voz), Cornell Concert Series, Baileys Hall, Universidad de Cornell, Ithaca, 15 de abril de 2019.
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