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Desde que, a mediados de los sesenta, John Cale la incorporó al repertorio del rock a través de algunas canciones de Velvet Underground, la música drone ha representado uno de los caminos más imaginativos del género. En tiempos donde el escucha promedio tiende a buscar satisfacción inmediata, el drone puede entenderse como un espacio de resistencia: las notas sostenidas, los racimos de notas repetidos hasta la extenuación exigen tiempo, disposición, paciencia.
El impulso reiterativo, de lo monocorde, ha estado presente en la música de Swans desde sus inicios, por más que Michael Gira se ha negado de manera consistente a vivir de sus hallazgos pasados. La banda neoyorquina ha sido fiel a la idea que animó el conjunto de propuestas que agrupó el pospunk: la reinvención permanente. Aunque su caso es uno de los más radicales, el drone atraviesa su trayectoria hasta alcanzar el presente. Swans ha abandonado parcialmente la brutalidad sonora de los ochenta, el ataque percusivo que hacía de las piezas una suerte de rito gótico para un mundo en ruinas, pero no la idea de convertir la canción en un territorio donde es posible llevar al extremo una idea.
To Be Kind, decimotercer álbum de Swans —y el tercero desde su renacimiento con My Father Will Guide Me up a Rope to the Sky en 2010, luego de más de una década de ausencia, ya sin Jarboe—, es, para decirlo sin rodeos, uno de los grandes aportes del rock a la música de este inicio de siglo. Se trata de un disco que exige tiempo, por su duración y por su apuesta estética, pero que señala uno de los caminos más fecundos de la música popular del presente. El drone sostiene el conjunto: escasas variaciones armónicas, repetición incesante de motivos, piezas que oscilan entre los cinco y los treinta y cuatro minutos. A pesar de la reducida paleta tímbrica, To Be Kind es un disco de gran diversidad, que alberga lo mismo canciones construidas a partir de una base rítmica (“Screen Shot”, “A Little God in My Hands”, “She Loves Us”, “Oxygen”) que paisajes sonoros basados fundamentalmente en la textura (“Bring the Sun / Toussaint L’Ouverture”, “Some Things We Do”, “Kirsten Supine”, “Nathalie Neal”, “To Be Kind”). Hay, incluso, un blues sublime: “Just a Little Boy (For Chester Burnett)”.
Luego de un trabajo tan sorprendente como The Seer (2012), Swans entrega una nueva obra mayor. La autonomía de Gira como compositor y cantante es notable. Puede ubicarse To Be Kind en una larga tradición, que arranca con La Monte Young y atraviesa la historia del rock a través de momentos como el Krautrock, el pospunk o el posrock, pero estamos, sin duda, ante algo poderosamente singular. Y trascendente.
Swans, To Be Kind, Young God, 2014.
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