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Grandes esperanzas

MÁQUINABLANDA

“Me parece que esto ya lo leí”, pensé. Pero no. Lo que había leído era un artículo anterior, que estaba siendo refutado, y aparecía citado entre comillas aquí y allá. Link que veía, link que golpeaba. Iba (y sigo yendo) de blog en blog; me encontraba a menudo con los mismos artículos recomendados y posteados, partes del discurso de una gran familia. Los había de todas clases, y el inventario abreviado empieza por uno que celebraba el nacimiento de la escritura enriquecida, quizás total, donde podrían sumarse archivos de audio y video; una especie de literatura wagneriana (o, más modestamente, la escritura como performance). En los más nuevos, los tutores declaraban la felicidad de estar en contacto con los lectores, una experiencia maravillosa: recién subido a la red, ese mismo día, y la gente ya establecía contacto, compartía opiniones, se acercaba. Encontré también uno más antiguo, dos meses de vida, que mostraba un modelo de comunicación con los lectores: el autor recibía, digamos, quince respuestas por texto. Dos o tres entablaban un diálogo en términos variables, de la diatriba abierta a la discusión no impugnadora. El resto era un sinfín de insultos, ninguno por debajo de atorrante. Por último encontré a los precavidos de siempre, que cuelgan sus textos de ayer o del día y no admiten respuestas ni comunicaciones. Cabe discutir si eso es un blog (una discusión que en otros blogs se encuentra), pero el autor estaba tranquilo: publicaba lo suyo para los suyos, y oídos sordos a la contra. La lista podría extenderse, pero igual quedaría corta frente a las expectativas y las esperanzas que el blog ha despertado. Que no son menores a las que en su momento (mediados de la década del noventa) generó Internet, cuando parecía que el destino del mundo o era virtual o no era. Unos años después, el sueño se desplomó y se supuso que todo había sido un fraude mayúsculo y una gran burbuja bursátil.

Mientras, Internet se expandía y depuraba, creaba y se afirmaba en su lógica. Como la mayoría de las novedades, que, sin cambiar radicalmente el mundo de golpe, tampoco lo dejan igual. La expansión del blog está apoyada por la casi gratuidad de su puesta en escena (no de su administración, que exige la vida entera e incluso así sería insatisfactoria, quizás su paradoja más interesante). Son millones de voces en Internet, manifestándose. Una constante desde los inicios de la red, que ha producido una oleada tras otra de esperanzas, entre ellas las que ahora despierta el blog (que casualmente o no llega al Olimpo casi al mismo tiempo que los sitios de porno casero y otras vías de exhibición de la intimidad).

Hilando más fino podría decirse que la primera oleada fue civil (y en seguida económica), si tal pureza existe. Con la perspectiva de expresarse, los ciudadanos (no todos, sino aquellos que disfrutan de sus plenos derechos económicos, es decir una vigésima parte del mundo, siendo optimistas) iban a tener un mayor grado de libertad, la posibilidad de entrar en un círculo virtuoso; en una interacción natural que generaba mayor conciencia y poder, mayor riqueza personal. A los Estados y a las corporaciones, por su parte, les llegaba al fin el apremio y el límite impuestos, no por uno de los suyos, sino por individuos instantáneamente mancomunados.

Ha sucedido lo contrario: desde aquellos días la concentración (en todas sus formas) alcanzó extremos que abruman la estadística, y la información, que en principio estaba (y está) al alcance de tantos, se manipula más que nunca. No ha pasado nada que no haya pasado antes, sólo que más rápido y peor. En tiempos más recientes se sostuvo, y aún se sostiene acá y allá, que la literatura ingresaba en la misma revolución. La red vendría a poner en su lugar la pobreza de la circulación de escrituras e ideas, confinadas al silencio por la ineficacia y la injusticia que pautan la circulación de objetos culturales en general y de literatura en particular. Muy cierto: hace rato que se ha probado la ineficacia y la injusticia que pesan sobre tantas obras publicadas (otro cuento es afirmar y demostrar que el síndrome se extiende a textos desconocidos).

Como siempre Internet y como cualquier novedad, incluido el terrorismo de masas, el blog sufre una extorsión por parte de la realidad y de la pulsión revolucionaria. Exigirle que funde una cultura nueva (y una escritura nueva, y una nueva relación con los lectores, y una bitácora activa del taller del escritor, y un ida y vuelta entre el escritor y sus lectores) es firmarse un cheque de desencanto. Cabe esperar que los más furiosos fanáticos de hoy sean sus enemigos viscerales mañana o pasado. ¿Que hay blogs valiosos? Obviamente. ¿Que son capaces de armar un circuito alternativo a los medios culturales e informativos y de propiciar una circulación más inesperada y rica? Esto es más deseable que probable, y en todo caso tienen tantas chances de lograrlo como cualquier emprendimiento independiente basado en la inteligencia y la insistencia. Suponer que la abundancia y la multiplicidad son un abono infalible es una renovada utopía reciente (y una utopía pobre, por cierto, macerada en la desesperación y la impotencia ante el presente), basada en la antiquísima fábula de un mundo rico que no logra imponerse porque se le niegan los medios adecuados para salir a la luz. De los medios adecuados, vale recordarlo, en general se carece: hay que crearlos en el camino, o no hay camino alguno. Pensar que el blog los produce de antemano es un exceso de vanidad y un axioma de inocencia estética y política. Porque en su joven vida el blog no ha encontrado pocos escollos para volverse un espacio libre y fiable, rasgo éste que lo emparenta con el mundo no virtual. Debe lidiar con blogs montados por empresas (o que terminan trabajando para ellas), con otros que hacen campañas publicitarias encubiertas y con los nodos que, bajo la máscara del lugar de opinión, responden a una u otra campaña partidaria. Es decir, con el por todos conocido mundo contemporáneo, más sagaz y artero que un nuevo lenguaje.

Aun así, si algo enseña Internet es que sus procesos suelen terminar donde uno menos lo imagina y que merece una atención paciente y no demandas de barricada. Un caso clásico es Napster, que fue desahuciado por cuestiones de copyright, y que murió y renació reconvertido (y notablemente enriquecido) en eMule y en You Tube, para espanto de discográficas y majors del cine y la TV. Las semillas que germinan en la red no provienen del capricho y la arbitrariedad (aunque hay capricho y ansiedad en muchos de los juicios apresurados que se emiten a favor o en contra de ellas) sino de un movimiento genuino que responde a patrones en apariencia anárquicos. La forma en que se consolidan o se hunden estos procesos debe medirse por esos patrones, no por las previsibles ideas de hacer libros con las que se escribe en un blog (sean las ideas en curso de maestros del pensamiento o las confesiones de ninfas cachondas o anoréxicas) o de buscar ahí el futuro de la literatura argentina. Que si de verdad existe, se encuentra tanto en la red como afuera.

 

1 Jun, 2007
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