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Sorprendente, divertida y, a fin de cuentas, exquisita, la antología de poesía erótica francesa del siglo XVI que acaba de publicar Serapis es, a la vez que histórica, contemporánea. Contemporánea porque se suma al trabajo poético de todo un siglo en sus intentos por decir una y otra vez que la poesía no es sólo lo que tiene que ver con temas prestigiados como la muerte, el amor, la pérdida u otros similares, sino que hay toda otra tradición, muy valiosa, que está más cerca del humor y de lo carnal.
Los poemas de este libro, además, son poemas escritos por grandes poetas, las más de las veces en paralelo con otros poemas de amor cortés de corte petrarquista, de una época en que la poesía alcanzó un grado de perfección técnica y de trabajo con el lenguaje pocas veces igualado. Muchos de entre ellos pertenecieron al círculo de poetas de la Pléiade, que trabajaron las formas poéticas, acentuación, rima, metro, sonoridades, imágenes poéticas heredadas de la Antigüedad, como los escultores trabajaron sus mármoles, para hacer del francés una lengua con estatuto literario.
La crudeza del tema no impide, o tal vez lo contrario, tal vez estimula, un cuidado trabajo poético, y en esa tensión entre el tallado del poema y el velamiento y develamiento de la puesta en escena de lo sexual se juega el esplendor de la lengua poética, su capacidad de decir, sugerir, seducir, invitar, estimular. El resultado no podía ser mejor: imaginación, humor, complicidad, alguna seriedad en la reescritura en clave erótica de tópicos como el carpe diem: “Por eso, mientras tengas vida / cambia de parecer, querida, / y no me niegues tu boca: / de improviso morirás, / entonces te arrepentirás / por haberme sido hosca”, dice Pierre de Ronsard en la “Oda a mi amante”, tratando de persuadirla para que se entregue al placer sexual.
Los placeres literarios de este volumen son efecto de la cuidadosa selección, porque, como nos dice la antóloga, hay, como era de esperarse, otros poemas (o groseros, o poco interesantes, o algunos misóginos u homofóbicos) que han sido dejados de lado: el resultado es delicioso.
Con mayor o menor grado de metaforización o uso de imágenes (llamas, espadas, velas, hornos o, sin más, hueco o raja), sin excluir la denotación directa por medio del uso de las palabras usuales, esto es, las llamadas “malas palabras” para referirse a los órganos sexuales, que Sonia Yebara elige traducir al rioplatense para que no se pierda nada del sabor de los poemas, estos celebran, pícaros o serios, la relación sexual como lo que es, algo central de la vida, la psiquis, los afectos, las emociones, un impulso por la vida.
Yebara hace honor a las elecciones poéticas de los autores elegidos, trabaja el verso en detalle, sonido y sentido, y acompaña los poemas de cada autor/a con un breve detalle biográfico, conciso, que subraya lo importante de cada trayectoria poética, usos de formas, ideas y críticas de la época. Sin duda el libro es el resultado de años de trabajo y de estudio, pero atenta a no cargarlo de erudición y a no presentar el resultado como material de estudio para especialistas, sino todo lo contrario, hace un libro fresco, actual, muy atractivo.
No es lo menos sorprendente y valioso la presencia de una mujer poeta en esta antología, sobre todo si tenemos en cuenta que los autores de los poemas vivieron en un arco temporal que va entre 1491 y 1611. Ella se llama Louise Labé, y pide besos: “Bésame, bésame una y otra vez, / dame uno de tus besos más sabrosos, / dame uno de tus besos amorosos, / cuatro ardientes te voy a devolver”, y nos enteramos de que el poema del “Beso” era todo un subgénero poético, así como el “Blasón” era uno que alababa partes del cuerpo del amado/a. Todo un mundo desconocido por explorar.
Varios autores, Antología de la poesía erótica francesa del siglo XVI, selección, traducción, prólogo y notas de Sonia M. Yebara, Serapis, 2025, 152 págs.
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