En noviembre de 2017, Éric Vuillard obtuvo el Premio Goncourt, el más prestigioso de Francia, por un libro original e inclasificable, a mitad de camino entre la ficción y el ensayo. Un narrador hiperpresente —al modo del guía de un sitio histórico o un presentador— cuenta e interpreta una conocida etapa del siglo XX: el ascenso del nazismo y la anexión de Austria. Lo más interesante de la propuesta es, justamente, el punto de vista, ya que el narrador se comporta como si “hubiera estado ahí”, atento no sólo a las intenciones sino a los gestos de quienes asistieron a una reunión clave, en febrero de 1933, con la que Vuillard inicia el libro.
El helado lunes 20 de febrero de 1933, los veinticuatro directivos de las más importantes empresas alemanas —entre ellas, Opel, Bayer, Telefunken, Agfa— fueron convocados a una nefasta reunión que, por secreta, no estaba en el orden del día, y convinieron financiar al Partido Nazi y apoyar a Hitler en su propósito de anexar Austria; lo cual significaba, desde luego, invadirla.
Este narrador opina, interpela al lector y lo hace participar de lo que observa, la mayoría de las veces con una lente microscópica y otras, con un “gran angular” que aleja la imagen para mostrarla completa. De esta manera, le da al relato histórico el mismo estatuto que al ficcional: ambos interpretan la realidad. Seguramente, quien narra no podría confirmar, sin asomo de error, que los hechos hayan ocurrido “exactamente así”, pero en virtud del material documental que lo asiste les adjudica un alto grado de probabilidad. De ahí que pueda asegurar que, en 1933, después del incendio del Reichstag, la apertura de Dachau y la esterilización de los enfermos mentales, nadie podía ignorar las brutales intenciones de los nazis. O que aún hoy se encubre que la fortuna de las empresas alemanas de mayor renombre y prestigio se amasó financiando a ese partido y beneficiándose del trabajo esclavo de los prisioneros de los campos de concentración. Y que esas mismas empresas subsistieron después de caído el nazismo, continuaron su lobby con los partidos políticos y prosiguieron lucrando con ellos, a punto tal que aún hoy el negocio persiste.
Vuillard, conocido en su país por libros de corte histórico e interpretativo, condensa en este la idea de que la Historia es algo incompleto que construimos según nuestro punto de vista. Y que esa forma de asumir el relato es la única opción con que contamos para comprender el pasado.
Es destacable la acertada traducción del español Javier Albiñana, reconocido por sus trabajos con Sartre, Proust y Flaubert, entre otros.
Éric Vuillard, El orden del día, traducción de Javier Albiñana, Tusquets, 2018, 144 págs.
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