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George Orwell fue amigo mío

Adam Johnson

OTRAS LITERATURAS

La crítica estadounidense ha encontrado en George Orwell fue amigo mío una especie de versión literaria de la serie Black Mirror. Es decir, una antología de narraciones dispersas que trabajan sobre las múltiples formas en que las nuevas tecnologías enajenan la realidad colectiva y profundizan las alienaciones individuales. Hasta la portada de la edición en castellano del libro de Johnson parece subrayar la comparación: un ojo gigantesco mira al lector desde la pantalla de un celular que una mano anónima aleja o acerca con un stick.

Pero ese ojo sólo mira, no ve. Mientras que Black Mirror disecciona la tecnología en tanto problema, George Orwell fue amigo mío descubre en ella un paisaje necesario, un contexto. Para Johnson la tecnología tiene las mismas implicancias que los duelos de pistola para la literatura rusa del siglo XIX, que los robots para la ciencia ficción, que el bourbon y las mujeres fatales para el policial negro. Algo que está, que es, que rodea y atraviesa a los personajes, y que sólo se pone en tela de juicio cuando los mismos personajes empiezan a prestarle atención.

El ojo explora otros temas: la soledad del hombre, su incapacidad para transgredir la mecánica irremediable que lo vuelve un ser triste, sombrío o directamente monstruoso. En “Pradera oscura”, un hacker se debate entre proteger a dos niñas abandonadas o entregarse a los impulsos que lleva años esquivando. En “Huracanes anónimos”, un viajante deambula por las ruinas del huracán Katrina con un bebé en el asiento trasero: qué hará con él es algo que todavía no sabe o que no se anima a imaginar. Las estrategias desplegadas en los dos relatos difieren en el punto de vista, pero en ambos casos hay una destreza muy fina en el ejercicio de la ambigüedad. Para los personajes la conciencia es un obstáculo; no logran decidirse y el lector no puede hacer nada por ellos, sólo acompañarlos hasta la última página.

Aunque “Nirvana” y “Datos interesantes” se sumergen en las aguas siempre espesas de las tragedias familiares, Johnson se sirve de presidentes holográficos y fantasmas para salir a flote y renovar viejos desconsuelos. Los dos relatos que completan la colección, el que da título al libro y “La sonrisa de la fortuna”, exploran geografías en conflicto. En el primero, un ex carcelero de la Alemania del Este lleva adelante una gesta para alcanzar los extremos más materiales del negacionismo. En el segundo, dos desertores de Corea del Norte pugnan por encontrar su lugar en la otra Corea, el reverso occidentalizado de la vida que tenían del otro lado del paralelo 38.

Multipremiados, escritos con un laconismo que la traducción de Carles Andreu preserva y enriquece, los cuentos de George Orwell fue amigo mío ofrecen una mirada al mundo de uno de los escritores norteamericanos que siguen la estela de Foster Wallace, Saunders, Eggers y otros narradores que se atrevieron a buscar el corazón en la oscuridad de la jungla electrónica.

 

Adam Johnson, George Orwell fue amigo mío, traducción de Carles Andreu, Seix Barral, 2017, 306 págs.

4 May, 2017
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