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“Justo cuando se les había ordenado la vida y estaban a punto de iniciar una confortable siesta, la guerra decidió llegar”. De esta manera, entre jocosa y dramática, se anuncia Mierda, la novela del silesiano Wojciech Kuczok (Chorzów, 1972). Kuczok dedica parte de su tiempo a la espeleología ―estudio de las cavernas o cavidades subterráneas, nunca está de más aclararlo―, y no hay otro rubro que se acerque más a lo que se propone hacer en esta novela, a saber, imaginar subterfugios que permitan eludir momentáneamente los oscuros abismos del alma humana. Dividida en tres secciones (“Ahora”, “Entonces”, “Después”), la trama gira en torno a una familia de clase media que con el correr de los años va desdibujando su estatus en el entramado social de un pequeño pueblo de provincias. El viejo K. es el epicentro desde el cual Kuczok teje y desteje la ficción, conduciendo al lector al encuentro de un personaje facetado en múltiples caras: es un padre violento, manipulador y reaccionario, pero por momentos revela su costado de bondad e incluso intenta demostrar algo de amor para con su hijo y su mujer: “aunque el viejo K. sabía confesar su amor, por desgracia, no sabía muy bien cómo amar”.
Resulta casi sintomático de un guionista (otra de las profesiones del silesiano) representar las escenas de violencia —los latigazos con los que el viejo K. demuestra rigor— o profundamente desagradables —el apartado dedicado enteramente a describir “la lógica” de los escupitajos— mediante una alta cuota de espectacularidad: el episodio en que una ola de mierda se hace presente con la fuerza de lo reprimido y destruye a su paso los cimientos de la historia familiar lo confirma. La materia que atraviesa cada recuerdo del joven narrador hace inevitable que el lector no cese de decir para sí “mierda” ante las repetidas demostraciones de barbarie que se suceden. Sin embargo, la novela no tiende hacia la crueldad o un moralismo tonto; lo único que parece buscar es trasponer la barrera que sostiene una lógica, forzando el sentido a la más descontrolada de las reacciones; la risa sardónica y loca.
Esta delirante broma sin fin contiene otra novela no menos delirante, la del tío Lolek, que en su incoherencia y absurdo termina por darle un giro de sentido a todo el asunto: la vida no es más que un puñado de recuerdos diezmado por la fatalidad de las circunstancias.
Wojciech Kuczok, Mierda, traducción de Enrique Mittelstaedt, Dobra Robota Editora, 2018, 156 págs.
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