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Todos los cuentos

Raymond Carver

OTRAS LITERATURAS

Con este título, Anagrama ha reunido en un solo volumen la obra narrativa de Raymond Carver: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Catedral, Tres rosas amarillas y Si me necesitas, llámame, cuyo epílogo, escrito por la poeta Tess Gallagher, su última esposa, justifica la publicación del libro póstumo, conformado por borradores inéditos que el escritor no quería divulgar.

Carver es para muchos críticos la figura más importante del renacimiento del cuento norteamericano de los ochenta, y casi todos los juicios destacan dos rasgos: es minimalista y escribe sobre la clase trabajadora. Por fortuna, esta publicación exhibe las etapas de su prosa: el minimalismo —el deliberado propósito de dejar casi todo afuera— se acentúa en los primeros títulos, donde escruta a quienes habitan los bordes del “sueño americano”, gente frustrada y privada de oportunidades que no se reconoce en la vida que lleva. En el segundo libro ese rasgo se profundiza porque interviene su editor, Gordon Lish: la prosa es aún más reticente y lacónica, enfática en preservar lo no dicho. Ese Carver fascinó a la crítica y generó epígonos. Cuando la influencia de Lish retrocede, en los últimos libros —el autor ya se había recuperado del alcoholismo—, los cuentos se vuelven generosos, esperanzados. El estilo crece en expresividad y en una cierta disposición a discutir, explicar y escarbar las emociones. En vez de separación, hay unión, reconciliación, aceptación. Si bien este cambio deriva en una ficción más convencional, da cuenta de que Carver, cerca de su muerte prematura a los cincuenta años, pensaba que sus personajes estaban desahuciados no por sus propias vidas, sino por los conflictos sociales de los que eran víctimas.

La clase trabajadora es la de la costa noroeste de Estados Unidos, luego llamada “Carver country”: autopistas, restaurantes de comidas rápidas, televisores y viviendas transitorias, un mundo de extraños homogenizados por los bajos salarios o el desempleo, cuyas dificultades —divorcio, infidelidad, alienación espiritual, alcoholismo, bancarrota, desarraigo y terror existencial— se universalizan. Aunque sus historias hacen eje en un matrimonio, no tratan sobre dificultades maritales; las parejas se llevan bien; los problemas aparecen cuando el misterio se inmiscuye en sus vidas marginadas y los confunde porque desafía sus capacidades intelectuales; cuando descubren, en sí mismos, una violencia demasiado cercana a la piel, sin sangre, contenida por la cobardía.

Los cuentos esconden un sentido-otro revelado por elipsis con el recurso del simbolismo invertido, típico del minimalismo moderno. Carver se destaca por su sentido del humor, inmune a la catástrofe, propio de quien se formula preguntas, como las de los títulos, y no tiene recetas para ofrecer; va más allá de la alienación, el existencialismo y la desesperación. Si Dios ha muerto, no encuentra en ello novedad alguna.

Jesús Zulaika tradujo los dos primeros libros y el cuarto, y Benito Gómez Ibáñez, el tercero y el último. Si trasladar al castellano el estilo abrupto y lacónico de Carver es difícil, mantener la coherencia interna de un volumen a cargo de dos traductores lo es más aún. Al fin y al cabo, una traducción no deja de ser una lectura personal.

 

Raymond Carver, Todos los cuentos, traducción de Jesús Zulaika y Benito Gómez Ibáñez, Anagrama, 2016, 712 págs.

13 Jul, 2017
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