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Daimon

Luis Garay

TEATRO

Como portón de calle hay una entrada oblicua. Es deportiva, no es como las puertas de acceso a los teatros. El ingreso somete al cuerpo visitante a una interrogación que permanece durante la travesía por los pasillos: ¿qué voy a mirar? ¿cómo lo voy a mirar?

En el interior, hay un ring. En mi caso, un lugar en el que nunca estuve pero que sí imaginé. Uso unos instantes para comparar mis fantasías con la realidad. Me pregunto si un ring es siempre así, de tales dimensiones, y si alguien decidió que la instalación lumínica de tubos que hay en el techo debe estar dispuesta en esa dirección, distinta que la del cuadrilátero. ¿Quién es el autor de ese desfase? ¿Es algo que el mundo del boxeo tenía guardado entre sus posesiones? ¿O fue Luis? Y si es así, ¿por qué lo hizo?

La obra empieza a circular, intensa y altiva pero a la vez mansa. Es posible detenerse en los apetitosos detalles y armarse desde allí diversas rutas dramatúrgicas: la pelvis de B y sus articulados zarandeos, los brazos de B protegiendo las facciones y modulando los zarpazos al aire, los rebotes incansables de los pies de B contra el suelo. En todo aquello hay algo para el escudriñamiento y el deleite. El agitado cuerpo de B es el único en escena.

Falta aún decir que quien está sobre el ring es una mujer, una mujer boxeadora. Lo sabemos porque el arsenal de maniobras que despliega sin descanso en el escenario / cuadrilátero revela un soberbio oficio con el que reviste la totalidad de las acciones que ejecuta. También, por la camiseta y los shorts. No hay botines. Quisiera preguntarle a Luis sobre esto: cuándo decidieron que B no llevaría botines.

Pero la mujer no es sólo eso. O sí, es “exactamente” eso, pero hay un pequeño aspecto de esta actividad que también se “desfasa”. Y quizá sean estos minúsculos corrimientos los que abren la puerta al encandilamiento que produce la obra: esa pequeña ración de decisiones, tan económicas como precisas, que se cuelan como desde una hendija generando un exquisito territorio poético a la vez que documental, naturalista a la vez que fantástico.

Promediando los sesenta minutos sucede el cansancio y se pasa a otra dimensión. B continúa su travesía como si se tratara de un paso sacrificial en el desierto. El sudor arma su cauce y los ojos del visitante esperan con ansias las húmedas partículas que se derramarán como residuos testimoniales de la resistencia. B no recibe golpes. De algún modo, el adversario está donde tiene que estar, en ella misma.

“Lucho para escapar del desorden”, dice B. Es una confesión y le creemos. La frase es hermosa, me gustaría preguntarle a Luis cómo llegaron a ella, si B la tenía a flor de piel o en qué lugar de la piel la encontraron.

Ese cuerpo al que no le conocemos mensura en la balanza se ha vuelto progresivamente más poderoso y más frágil. Pero ¿cómo? ¿Acaso “poderoso” y “frágil” no son direcciones opuestas? No, no lo son. Es una equivocación recurrente que habría que desarticular de una vez.

Luego hay un momento crucial, una epifanía, casi un mojar de pies en las aguas bautismales. Una atleta de CrossFit, a quien llamaremos C y que ha entrado a escena en la recta final, apoya las manos en la espalda de B.  Mientras B se deja caer, C recoge su peso y lo sostiene con una ternura y una lealtad tan conmocionantes que el visitante probablemente piensa: “qué suerte que existe esto en nosotrxs”.

Con el correr de la tarea implacable que la deportista ha llevado a cabo sobre el ring, ha ido envolviendo progresivamente al espectador visitante. El espectador visitante no imaginaba que saldría aturdido, exhausto, como si él mismo hubiera participado en alguna clase de pulseada existencial.

* Nota: es posible que las citas no sean exactas, al igual que el orden de los acontecimientos escénicos; esta reseñante ha preferido no verificar la verdad sino basarse en lo que su pura percepción y memoria recopilaron por sí solas al espectar la función, antes de saber que sería convidada a reseñar la obra.

 

Daimon, de Luis Garay y Karen “Burbuja” Carabajal, dirección de Luis Garay, Festival No Convencional, 24 y 25 de noviembre de 2021, Federación Argentina de Box, Buenos Aires.

 

Imagen: fotografía de Alejandro Held.

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