Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Ya se sabe que ni la música culta es inmune a la presión violenta que puede ejercer la totalidad social sobre las artes. ¡Llegó la música!, con dirección y dramaturgia de Alberto Ajaka, da cuenta de esa presión en el marco de una orquesta municipal: conflictos gremiales, diferencias salariales y de estatus, disputas entre el personal no artístico y el artístico, músicos que viven atravesados por las problemáticas de una compleja Buenos Aires. En la frontera entre Paternal y Villa Crespo, al final de un largo pasillo, se accede a un espacio con detalles escenográficos que denotan un teatro oficial en refacción: bustos broncíneos de grandes compositores, una suerte de fresco sin terminar en el techo, molduras doradas, un andamio. Con la esperanza de ser seleccionada por unos programadores de festivales internacionales, la orquesta ensaya una pieza de, no casualmente, Shostakóvich –quien supo hacer fintas para sobrevivir bajo el régimen estalinista–, con un viejo director y un solista estrella argentino que vive en Alemania, invitado para la ocasión. “Hay algo escondido en esta pieza. Y sospecho que lo estaremos revelando”, repite el director, a quien siguen personajes y espectadores en lo que parece ser una alusión a aquella “inminencia de una revelación que no se produce” de la que hablaba Borges.
Con una teatralidad sostenida por potentes actuaciones, que pulsan sobre todo la cuerda cómica –aunque no solamente–, la obra presenta una serie de personajes que conjugan encantos y miserias: un vigilante bonachón y chauvinista que roba cosas olvidadas por los músicos; un violinista aniñado y apegado a su mamá; una chelista furiosa y anarquista, una contrabajista obsesionada con su rol sindical, y más. El solista, un atildado que cada tanto suelta frases en alemán, viene a romper la frágil convivencia grupal con su ego expandido. El día de la gala estalla el conflicto central de la obra y los músicos se encierran en el teatro para llegar a un clímax dionisíaco y coral. “Lo único que existe es el gesto. Existe en el momento de existir para no existir más. ¡El gesto es ahora o nunca!”, dice uno de los personajes en una vindicación del instante vital, del aquí y ahora de la performance.
El espacio está bien dispuesto y es aprovechado por el despliegue coreográfico del numeroso elenco. En el diseño de luces destaca el panel iluminado del techo, desde donde llegan los sonidos del afuera (notable el momento en que la cumbia de los albañiles invade el ensayo). En una acertada decisión de dirección, los actores no tocan instrumentos, pero reproducen con minucia poses y movimientos, al ritmo sincopado de inspiraciones y espiraciones. Es que ¡Llegó la música! no trata sobre la música de Shostakóvich, sino sobre los humores y pasiones de los intérpretes, al tiempo que ensaya una empírica sociología de la música y, claro, también del teatro.
¡Llegó la música!, texto y dirección de Alberto Ajaka, Sala Escalada, Buenos Aires.
En sus clases de dramaturgia, Ariel Farace recupera siempre el concepto de “sentido” que el poeta y ensayista Mario Montalbetti utiliza para hablar de la poesía. Se...
Desde el artesanal programa de mano que recibe cada uno de los espectadores cuando ingresa a la sala se advierte que Seré, el espectáculo...
Los temas o problemáticas “de género” pasaron en unos años de estar en la cresta de la ola a estar entre los enemigos anatemizados por la sensibilidad...
Send this to friend