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Es difícil hoy imaginar el impacto perturbador y blasfemo que habrán tenido en su momento versos como estos —hay que citarlos una y otra vez—: “La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre actor / que se pavonea y se agita una hora sobre el escenario / y después no se lo oye más: es un cuento / contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, / que nada significa”. Los atormentados y líricos monólogos de Macbeth y su lady están entre los pasajes más poderosos del corpus shakespeareano. En esta versión en lengua sarda, esa poesía del texto de Shakespeare encuentra una musicalidad y una belleza que cautivan desde el comienzo. Dirigida por Alessandro Serra y presentada por la compañía Teatropersona en el XII Festival Internacional de Buenos Aires, Macbettu cuenta con ocho actores extraordinarios que realizan un gran despliegue físico y vocal para dotar de sentidos el despojado espacio escénico.
Cuatro paneles metálicos que se convierten en mesas o en columnas según se necesite, una iluminación que compone climas sugerentes a cada cambio y unos cuantos objetos significativos bastan para que los actores lleven adelante lo suyo (el diseño del espacio escénico, las luces y el vestuario también están a cargo de Serra). En el inicio, el estruendo que hacen los actores al golpear las placas metálicas de los paneles estremece e instala el clima sombrío del rito trágico que se presenciará.
El vestuario parece remitir a la ropa tradicional del campesinado sardo; de hecho, las brujas lucen como tres de esas viejitas vestidas de negro que se pueden ver o imaginar en las puertas de las iglesias de tantos pueblos italianos. En la versión de Serra las brujas tienen un lugar fundamental; sus intervenciones carnavalescas logran brillantes pasajes de clown y comedia física, y generan un bienvenido contrapunto con la oscuridad del resto. Durante décadas y décadas, Macbeth fue considerada entre los actores como una obra de mal agüero, a punto tal que para no nombrarla se la llamaba “la obra escocesa”. Estas brujas sardas, con máscaras de carnaval e interpretadas por hombres, pueden ser pensadas como una ironía sobre ese halo supersticioso que envuelve la obra, también como una mirada lúdica y, por qué no, crítica sobre las esquemáticas brujas de Shakespeare (no hay que olvidar que la Santa Inquisición estaba muy vigente en tiempos del Bardo). Oficiando de oráculos burlescos, ellas le vaticinan que será rey y Macbeth se apura a concretar de manera desastrosa lo que le anuncian.
Una Lady Macbeth barbada y de pelo muy largo invoca a los espíritus del mal para que la despojen de su sexo. Se ha comentado mucho sobre la masculinización de este personaje de Shakespeare, que encarna de manera más extrema aún la ambición de su esposo, incluso confabula con mayor frialdad que él en el comienzo. En este sentido, el hecho de que sea interpretada por un hombre enfatiza este proceso; sin embargo, si algo se puede cuestionar de esta versión, es que su figura queda algo desdibujada. La Lady Macbeth shakespeareana constituye un agudo estudio dramático de cómo se puede dirigir toda la energía vital hacia el poder y la búsqueda de dominar el propio destino, pero aquí por momentos parece sólo una fantasmal impulsora de la acción de su marido.
El de Serra es un teatro de imágenes y logra varias poderosísimas, como la de los actores que duermen todos en la misma posición, diseminados en la penumbra del espacio vacío, mientras se oye una letanía de varias voces que recitan a coro: “Macbettu ha morto su sonnu…” (“Macbeth ha asesinado el sueño”, dice la voz que ya lo acecha apenas ha matado al rey Duncan). La puesta de Serra se hace cargo cabalmente de la historia que está contando, pero compone imágenes de tal fuerza teatral y poética que exceden la mera representación del texto shakespeareano para configurar un inspirado viaje escénico.
Macbettu, de William Shakespeare, dirección de Alessandro Serra, XII Festival Internacional de Buenos Aires, Teatro Coliseo, Buenos Aires, 30 de enero a 1 de febrero de 2019 .
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