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Esto no es un conjunto de poemas; es un libro de poesía compuesto con fineza, una telaraña que funciona como una red de constelaciones de una cosmogonía propia. Sin seguir una estricta receta formal, Las tarántulas teje un mundo con imaginario peculiar que explora las oscuridades del ser —la muerte, el dolor, lo sucio, la descomposición, lo morboso—, siempre desde la perspectiva de lo físico, y eso acá significa el cuerpo femenino. Vilar Madruga se preocupa por las zonas de las que la sociedad no quiere hablar: la mugre, el miedo, los desechos, lo incómodo, los fastidios del cuerpo mujer, de la mujer cuerpo vista por sí misma y no a través de los lentes y espejos de la sociedad y sus construcciones/maquinaciones psicomediáticas. El libro opera con un despliegue de motivos recurrentes (nenúfares, tarántulas, el aire, ciertas partes del cuerpo, la isla, el país), pero no en el sentido de una definición o determinación de cada uno. Más bien estamos frente a una dimensión profundamente alegórica.
Entre los aspectos sorprendentes y perturbadores del libro están la nitidez y la claridad con que se aborda lo tenebroso y traumático. Hay algo extrañamente materialista en lo fantasmal de lo alegórico. Ya en el primer poema aparecen los principales motivos que marcan este universo poético: “podría quejarme / de la predisposición de las frutas / para el suicidio / […] / de los monstruos del diluvio / que viven aún / bajo las fallas y placas del océano / algo en común tienen / la propensión a la paciencia / la propensión a esperar rumiando venganzas tectónicas / contra los países que les exiliaron / […] en mi interior siempre he sido la rara / en mi interior siempre he sido / una tarántula o un monstruo / pero en verdad quién será la mujer de muy adentro / la que debí ser y me negaron / quién será la mujer de la entropía / la que une el verso con la placa tectónica / la falla con el fallo”. El acto de la escritura misma está ligado a lo femenino y lo femenino a la creación: “hay similitudes entre el cuerpo de la tarántula / y mi mano cuando escribe. Al mismo tiempo, lo femenino aparece como aquello que incomoda, también en el nivel político: “definamos también el concepto hembra / una hembra de ocho patas / es la oscuridad velluda / una mancha en la impureza del cristal / o del país”.
Apnea, Sarna, Amnesia, Anestesia: los títulos de algunos poemas nos muestran también que el mundo en el cual se inscriben es un mundo clínico, enfermo y que enferma, una dimensión que afecta a cualquier sujeto que se forja bajo estas condiciones, y que con ello afecta al habla o, mejor dicho, se muestra cómo estos marcos afectan específicamente a la (auto)percepción y al habla de la mujer. Suicidio, desolación, ahogo, es un libro lleno de mutilaciones. Todo elemento existencial es una potencial amenaza: el aire es una cárcel y duele, todo agoniza, hasta el papel y los relojes, o sea, el tiempo, el tictac de la biología.
Entrelazada con lo feminista existe otra dimensión política que recorre estos poemas: siendo Vilar Madruga cubana, resulta difícil no leer en la isla una referencia a las diversas desgracias que han sufrido y siguen sufriendo sus habitantes. Asimismo, existe el país, concepto opuesto como zona de confort, como crematorio de la belleza, y que resulta estar igualmente de roto: “en la urna que es el país / estamos muertos y dormimos apretados / claustrofóbicos basureros / hechos de carne y sangre / pero es cierto / que la basura puede hablar”.
Leyendo Las tarántulas es imposible ignorar “cómo pesa el mundo / cuando las palabras ya no alcanzan”; las palabras de estos poemas sí alcanzan para mostrarlo con escalofriante precisión.
Elaine Vilar Madruga, Las tarántulas, Concreto Editorial, 2025, 64 págs.
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