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Los fragments de Lucía Seles en Hockey de mujer hilvanan ideas organizadas cronológicamente desde una aparente monotonía que radica en la premisa de poetizar elementos cotidianos como podcasts, paradas de colectivos, heladeras, adhesivos, sanatorios. Estos objetos son la excusa para abrir una grieta hacia un mundo fascinante: “para mi las personas frente a mi son como de plástico”. El lector descubrirá en cada uno de estos hilos conductores la singularidad de una voz ávida de observar detalles donde se espeja una interioridad descolocada: “tener la tremen fuerza from ser una marginal / que cuida too many a otras marginales”.
Si miramos el índice del libro podemos notar la metódica organización con la que Seles —grafómana laboriosa— sistematiza sus ideas. Dentro del aparente caos, propuesto desde el estilo y la ortografía del texto, existe un orden sistemático que vertebra como una columna la experiencia que rápidamente se ordena para dar paso a una impresión de lectura inmersiva y completa. Todo apartado aparentemente “fragmentario” depende de una arquitectura que es intrínseca a la obra y que el lector debe asumir como posible para ensanchar su sensibilidad a la propuesta: “peuple q + te respetan tus rarezas organizativas”.
La diferencia entre un escritor olvidable y un auténtico inventor reside, quizás, en la capacidad del segundo de crear un método que se traduce a un lenguaje. Leemos Hockey de mujer como un diario, pero también como continuación de las películas y obras de teatro de Seles, quien con sus iniciativas y observaciones, con sus giros humorísticos y sus catarsis reveladoras de angustia propone un mecanismo que podría ser trasladable a la composición de infinitos fragments de parte de otros escritores contemporáneos: “odio la peuple que no wright lo que piensa”.
Recuerdo cómo en algunas de sus puestas teatrales Seles —presente en la escena— invitaba a los actores a leer sus propias “listas”, como si cada uno, mediante una codificación personal de la propuesta estilística, pudiera generar observaciones propias. Entonces, no sólo Seles escribe un libro sino que también propone una manera de escribir que parece mixturar abreviaciones de Messenger, la incorporación de modismos chilenos, el uso del spanglish, la conjugación de infinitivos y una aparente sencillez sintáctica que nos va deslizando por las páginas con la agilidad de una jugadora que desplaza la bocha hasta la portería del equipo contrario: “las orgullosas tb somos asumidas / y q x eso me envidien y me juzguen”.
Pero ¿qué es lo que hace este libro una pieza tan especial? La capacidad de Seles de conmover y hacer reír simultáneamente a partir de sus observaciones de los demás y de su entorno; su capacidad de contar la soledad que rodea la diferencia; la sencillez con que logra describir el horror y la felicidad en nuestras mentes. Minds que, en su diversidad y diferencia, pueden sublimar el dolor psíquico para crear quizás (gracias a estar atravesadas por una herida visible) piezas artísticas incorregibles: “amar too many my escombros romanticas”. Digo incorregibles de forma literal: cuando le pregunté al editor, Tomás Fadel, por la corrección de estilo, me confirmó que el texto se mantuvo idéntico al original. El único límite impuesto fue el de adaptar los textos e imágenes a un formato editorial viable, bajo los criterios de accesibilidad que el mercado impone.
Cada objeto en el que Seles se detiene para tejer sus fragments —por más insignificante y pequeño— logra enrarecerse, perder universalidad y adquirir valor y carácter a fuerza de insistir (reiterar, repetir). Verdaderamente, esta mirada tierna sin ingenuidad logra el extrañamiento, que en palabras de Shklovski, ha de proponer el lenguaje de un poeta sobre la materia que da forma a su obra.
Lucía Seles, Hockey de mujer, Fadel & Fadel, 2025, 212 págs.
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