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½ An Autobiography

James Lee Byars

ARTE

Cualquier retrato de James Lee Byars (Detroit, 1932-El Cairo, 1997) es perfecto como introducción a su obra. Vestía trajes enteramente blancos, dorados o negros, siempre calzados con un porte monástico y coronados con un sombrero de copa. Se parecía entonces a un mago, tal vez al mago de La montaña sagrada de Jodorowsky, igual de enigmático, igual de espiritual. Pero también, y sobre todo, Byars era un hombre de acción. Elegía tareas imposibles: en 1972 envió telegramas a distintos líderes mundiales —la Reina de Inglaterra, Richard Nixon, Mao Tse-tung— para invitarlos muy cordialmente a Documenta 5, sin aclarar que los recibiría con uno de sus trajes de siempre desde lo alto del Fridericianum, en el pedimento, escoltado por las estatuas del pórtico.

Byars coleccionó preguntas e hizo nacer la primera filosofía totalmente interrogativa. En un intento por reunir las ideas que allá por 1969 bullían en los mejores cerebros de su generación, presentó en la televisión belga el “Centro Mundial de Preguntas”. Él mismo ocupaba el medio de su emblemático «Traje para cinco personas» y desde allí telefoneaba a pensadores, científicos e intelectuales de todo el mundo para que dejaran como testimonio una inquietud. “¿Cuál es la velocidad de una idea?”, “¿Qué preguntas han desaparecido?”, “¿Es todo discurso interrogativo?”. Ese mismo año Byars publicó un libro, 100s, donde se proponía encontrar la pregunta más importante del siglo XX.

Desarrolló gran parte de su trabajo fuera de su país. En la muestra retrospectiva que se presenta en el PS1 pueden leerse algunas de las miles de postales que envió a sus amigos durante sus viajes. Las escribía con una laboriosa y apenas descifrable caligrafía inventada de letras que comienzan o terminan con el dibujo de una estrella de cinco puntas. A veces escribía frases compuestas únicamente por abreviaturas o iniciales. Si su caligrafía era performática, sus libros pueden pensarse como esculturas. Los títulos ya dicen bastante: El libro de una sola página (1972); El libro negro (1971), con cien preguntas y una letra dorada minúscula ilegible para el ojo humano; El libro cubo (1983), de mil ochocientas setenta páginas.

Pero la obsesión mayor para Byars fue, cuál otra, la muerte. Uno de sus muchos trabajos alegóricos es El fantasma de James Lee Byars: una habitación totalmente a oscuras —no es posible verse ni la propia mano— que pone a los visitantes de cara al vacío absoluto y al miedo a la oscuridad. La última sala de la muestra de PS1, pintada de negro, presenta obras trascendentales, entre ellas una esfera dorada y su espléndido traje de lamé, elevado en altura, para que Byars vuelva como entidad. Con ese traje salió a pasear en 1975 junto con una esfera de roca volcánica, haciéndola rodar por las calles de Ámsterdam. ¿Cómo definir esta performance? Él la tituló «El perfecto epitafio».

Como Joseph Beuys, como Yves Klein o como el mismo Federico Peralta Ramos, James Lee Byars fue uno de esos artistas llenos de intuición y carisma que viven una vida inseparable de su obra. Su vida, su obra y su renacer se entrelazan como eslabones dorados. Un color que a nuestros ojos es ni más ni menos que el de la luz.

 

James Lee Byars: 1/2 An Autobiography, muestra coorganizada por Fundación Jumex Arte Contemporáneo y MoMA PS1, curaduría de Magalí Arriola y Peter Eleey, MoMA PS1, Nueva York, 15 de junio – 7 de septiembre de 2014.

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