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El cuarto ejemplar de la colección “Actividad de uso”, dedicado en esta ocasión a la obra de Tomás Maglione, produce una serie de certezas.
La primera es la continuidad. Conducido por Pablo Accinelli y Leandro Tartaglia y nacido del interés de estos por investigar las operaciones materiales, las decisiones conceptuales y los procesos de trabajo de los artistas jóvenes argentinos de su generación, el proyecto asumió desde el comienzo un carácter pedagógico. Por eso mismo, supuso siempre una didáctica de la mirada, marcada por la pulsión nominativa, un ritmo atencional pausado y una suerte de ascetismo grupal, que reaparecen en esta edición.
La segunda certeza es que la colección se vuelve, a la luz de este último libro, versátil y mutable. Los textos anteriores se dedicaban a la obra de artistas con cierta trayectoria, con una obra visible, y el sentido de las intervenciones estaba orientado a la necesidad de volver a mirarlos para mirar mejor. La elección de los “momentos-obra” de Maglione obliga a pensar su objeto por primera vez. El libro se propone trabajar sobre materiales nunca publicados ni dados a conocer y elaborarlos sin privilegios, en conjunto con lo exhibido en sus dos exposiciones públicas (Rayo Lazer, 2011, y Ruth Benzacar, 2012). Y logra su objetivo: dar cuenta de una persistencia en el trabajo de Maglione, gracias a la reiteración de un conjunto de ideas (el no future, el colapso, lo primitivo, el solipsismo, la deriva).
Esta decisión relega —sin hacerla desaparecer— la vocación pedagógica del proyecto, en beneficio de discurrir sobre su estatuto y con la consecuente aparición de un registro hermenéutico antes ausente. Frente al “Alguien que mira” con que empezaba el primer texto de Actividad de uso sobre la obra de Vicente Grondona, ahora parece asomar “Alguien que construye”. No resulta extraño, por lo tanto, que habiendo sido convocados Fernando Sucari (artista) y Alejo Ponce de León (crítico), el lenguaje y las operaciones incorporados sean los de la crítica artística y cultural contemporánea —con sus marcas de estilo, sus construcciones genealógicas y las citas bibliográficas de rigor—, sin recurrir al tecnolecto extraartístico de los trabajos anteriores.
La tercera certeza es que este número de “Actividad de uso” es el más breve, el más fresco, pero tal vez el más teóricamente exigente de los cuatro —el más arriesgado en sus hipótesis—. Su efecto es tensar uno de los dilemas actuales de la crítica contemporánea: el pasaje de la obra al archivo y, por lo tanto, de un régimen de unidad a otro de multiplicidad.
Por fin, la última certeza es que el proyecto conserva consistencia porque se deja afectar siempre por la lógica del trabajo que aborda. Esto le permite seguir interactuando creativamente con él, inventando neologismos analíticos (“entorno randómico”, “usuarios-artistas-recolectares de datos visuales”, “situaciones-milagro”), compartir en este caso su nihilismo, pero alejarse del esteticismo en cualquiera de sus formas.
Pablo Accinelli y Leandro Tartaglia, Actividad de uso sobre la obra de Tomás Maglione, edición de autor, 2014, 80 págs.
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