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Trazar una vista panorámica en un campo escandido por múltiples mediaciones: ese parece ser el norte que guía la exhibición inaugurada en Fundación Proa el último sábado de abril. Elegir tres colecciones –las de Gustavo Bruzzone, Esteban Tedesco y Alejandro Ikonicoff–, elegir a un crítico y a tres artistas –Rafael Cippolini, Ana Gallardo, Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico–, para elegir un repertorio de objetos moderadamente variado. Un itinerario de trescientos cincuenta y ocho puntitos nos conduce cronológicamente por las salas boquenses, donde obras bidimensionales y diversos objetos encaramados a sus pedestales presiden el recorrido. En menor medida, el trayecto puede deparar algunos documentos y publicaciones, entre otras misceláneas gráficas.
Partir de la noción de colección puede ser una manera indirecta e interesante de abordar, y desbordar, el típico recorrido histórico. Las colecciones como programas de lectura y montaje de objetos artísticos, y no artísticos, son huellas de sueños o pesadillas institucionales, de epistemologías triunfantes o fracasadas, de proximidades amistosas, de posesiones fetichistas o del puro querer vivir del capricho. Esta trama se intuye en ciertos instantes, aunque no sea tan explícita en una topografía que se deja llevar por la didáctica infografía del tiempo y el espacio patrio.
Luego de una introducción amenizada por un quién es quién en esta historia en despliegue fotográfico, la sala mayor conjuga una visión cristalizada de los noventa –objetual, ornamental, sentimental y juguetona– anclada en el Centro Cultural Rojas, con la emergencia de otras tribus –Ramona, Belleza y Felicidad– al filo del siglo y con una constelación de personajes más gregarios. Algunos desvíos del libreto aderezan la experiencia. El tercer recinto ofrece obras de grandes dimensiones y modestos comienzos; por momentos, cierta monotonía en el planteo del espacio desalienta. Por último, el lugar del hoy. La uniformidad del trayecto felizmente se interrumpe con el centellear crepuscular de Ámbar, una instalación de Juliana Iriart de 2006 reconstruida para la ocasión. Su ambiente lunar y postapocalíptico parece convocar simultáneamente los inicios y los confines de este derrotero.
Un proyecto de estas características es particularmente bienvenido en un medio que ha sido avaro en materia de miradas autorreflexivas. Aun así, la responsabilidad curatorial diversificada conspira contra la muestra. A la exhibición Algunos artistas le cuesta darse a la invención de imágenes que conmuevan el flujo del tiempo y el despliegue territorial, inquietando ese espacio homogéneo y sucesivo de paredes, vitrinas y pedestales. Todo relato de la historia es precisamente eso, un relato, que no debería ser encomendado al manso discurrir. Se echa de menos la escenificación de algunos ejes que agiten todos esos objetos en el territorio del presente, donde todo lo pensado y lo aún por pensar están latentes.
Algunos artistas / 90 – hoy, Arte argentino en las colecciones de Gustavo Bruzzone / Alejandro Ikonicoff / Esteban Tedesco, Fundación Proa, Buenos Aires, abril – julio de 2013.
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