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Belleza marrón

Alejandra López

ARTE

Observando esta foto, recordé los límites que Roland Barthes percibe en uno de los procedimientos de connotación de la imagen fotográfica, la fotogenia. La foto como “análogon” perfecto, señala Barthes, nunca puede ser “arte” porque siempre está colmada de “sentido”. Y digo esto porque lo estoy leyendo ahora mismo después de ver Belleza marrón, la muestra de fotografías de Alejandra López, con estilismo de Jorge León, en el Centro Cultural Borges. Pienso en Barthes, veo este retrato de Chana Mamani y, definitivamente, no estoy de acuerdo. Su cara me recuerda a aquellos retratos antropológicos que se hicieron de pueblos originarios cautivos en la Argentina y otros países hermanos a fines de siglo XIX, pero las circunstancias de la toma han cambiado. La mujer no está atemorizada, sino que se la ve firmemente expresiva en su mutismo. La ropa y los accesorios la engalanan. Es una toma controlada (en el punto de vista, el encuadre, en la luz, en el fondo) con muy poco retoque posterior. El mensaje denotado (siguiendo la metodología de Barthes) es lo único que la autora destaca en este rostro que va a contrapelo de la indumentaria, al menos según los estereotipos clásicos. Acá lo que importa es “lo marrón”, precisamente, la clave de los doce retratos que componen la serie. Se trata de integrantes del colectivo Identidad Marrón, un grupo de personas que se unieron para “debatir sobre el racismo estructural en América Latina y buscar respuestas a ello”.

Un retrato fotográfico es un acto de colaboración entre el operador y el sujeto. Difícil establecer cuál de las dos partes es más importante en el resultado final. Según Jean-Luc Nancy, “el objeto del retrato es, en sentido estricto, el sujeto absoluto: despegado de todo lo que no es él, retirado de toda exterioridad”. En esta difícil tarea, Alejandra López se involucra con estas mujeres, eliminando todo atributo visual que pueda desviar la atención del observador más allá de la mirada de las retratadas. Los gestos son mínimos, casi neutros. La ambientación no sugiere lugar alguno. Las tomas verticales pueden ser desde el cuerpo entero hasta el primer plano, pero siempre en un encuadre amplio, con mucho espacio alrededor de los rostros. Se trata de apreciar los contornos, destacar su fisonomía. Las palabras que acompañan a cada fotografía se limitan al nombre de las retratadas. Ningún comentario adicional.

Son doce mujeres que miran a cámara (nos miran y nos miramos en ellas) bajo una iluminación perfecta en su extrema simpleza, unidas en el atuendo por el color blanco o marrón, arregladas como si se tratara de la tapa de una revista de modas. Pero no, seguramente no visten así en su vida diaria y tal vez es la primera vez que asumen, por un rato, las apariencias que celebran aquellos que las discriminan por su color. En la particularidad de este registro, reside la potencia revulsiva de estas imágenes que, sutilmente, desarticulan el lugar común y nos hacen nuevas preguntas. Ellas mismas lo dicen así: “La invisibilización es un efecto del racismo estructural que luchamos por erradicar. Por eso, estas fotos pretenden habilitar una posibilidad. Las personas marrones podrían estar en la portada de revistas, hablando y construyendo narrativas, sin embargo, esto es una realidad lejana a los equipos creativos, agencias, y productoras encargadas de generar imágenes y obras audiovisuales”.

Son doce mujeres que se atreven a ocupar un espacio institucional y un imaginario visual que se les niega. No son blancas, delgadas y de ojos claros, no son negras. Si la fotografía es, como afirma Barthes, “un signo no codificado”, López la tensiona con el lenguaje hipercodificado de la moda. Sin estridencias, provoca con esta ambivalencia, de la misma manera que lo “marrón” transita, desafiante, entre lo claro y lo oscuro como un manifiesto de identidad.

 

Alejandra López, Belleza marrón, Centro Cultural Borges, Sala Pabellón, Buenos Aires, 7 de junio – 2 de julio de 2023.

 

Imagen: Chana Mamani, fotografía de Alejandra López.

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