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Una obra nacida del despecho amoroso a causa de una infeliz carta de ruptura aterriza en el Centro Cultural Kirchner. Luego de un derrotero de más de siete años, tras haber sido estrenada en la Bienal de Venecia de 2007, llega la muestra de Sophie Calle. Se trata de una exhibición enorme que, pese a su volumen y al oportuno encuentro entre una carta y el espacio que fue creado como edificio de correo, parece quedar un poco perdida en el faraónico centro cultural. La historia es conocida: un hombre abandona a Calle por mail y ella decide enviar la carta a ciento siete mujeres para que la relean, analicen, diseccionen y escenifiquen. En el conjunto hay artistas visuales, compositoras, cantantes de ópera, diseñadoras, una filóloga, DJs, actrices famosas (entre ellas, una graciosa Victoria Abril que la reprende por ponerle reglas al amor), analistas del discurso, escritoras, la propia madre de Sophie, que le dice: finalmente él nunca iba a ser una persona simple, es un hombre de letras. El grupo es heterogéneo pero no tanto: traza una radiografía del mundo de la artista, rodeada de intelectuales, artistas y personas cultas.
Una larga fila de videos instalados en pantallas pequeñas que reposan sobre escritorios forma una especie de barrera antes de entrar a la sala principal. Aquí, la acústica del viejo Palacio de Correos hace un efecto de eco abrumador, que por momentos atenta contra la intimidad de las acciones. Una vez en la sala principal, vemos una serie de fotos y textos ampliados y enmarcados, algunos de ellos legibles, otros no debido a la altura del montaje, y una serie de exquisitos retratos de las mujeres participantes y materiales recolectados durante el proceso, un procedimiento en el que la propia Calle ha hecho escuela. Videos, objetos, armarios que se abren y dejan ver su interior con cierto pudor, recetas médicas, respuestas de diferentes especialistas, amonestaciones, palabras de aliento y una entrevista de la artista con una terapeuta, discutiendo el asunto. A la derecha, en una sala muy pequeña, vemos la documentación de un grupo de obras que tuvieron lugar en Buenos Aires en el marco de la Bienal de Performance 2015, donde por primera vez se deja entrar a un grupo de hombres a dar una posible versión de los hechos. Ellos también son artistas e intelectuales, en este caso, locales. Pero en la masa total no llegan a modificar el espíritu de esta obra en la que la mujer parece la única experta en rupturas del corazón. Es ahí donde el majestuoso conjunto resbala hacia un feminismo algo anacrónico, donde la guerra entre los sexos se escenifica a la vieja usanza: las mujeres se abroquelan para defenderse del enemigo, sin dar lugar a las contradicciones propias de una división de géneros binaria. Pareciera que en este caso el arte les juega una mala pasada a la vida y sus ficciones, construyendo un relato fragmentado pero monolítico, donde la mujer es dueña de la palabra y tiene que dar cuenta de aquello que muchas veces es simplemente incomprensible: los dolores del amor. Por muy escenificado que esté el trauma, a esta obra le falta a la vez distancia con su tema y emoción.
Esa frialdad para tomar partido, que la misma autora practica, se esparce en los objetos, los textos, las fotos altamente estetizadas de esas modelos involuntarias que terminan formando parte de un catálogo de respuestas, en el que es difícil escapar del lugar común.
Sophie Calle, Cuídese mucho, Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, 26 de mayo – 23 de agosto de 2015.
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