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El nuestro era un territorio desértico hasta que se pobló de fantasmas. Ese podría ser un primer lugar para pensar la construcción del Estado-nación en Argentina: la construcción simbólica de un territorio, de un espacio a ser poblado, y la necesidad de avanzar sobre grupos indígenas para la unificación de la nación. Cuerpos indóciles trazando trayectorias sobre el vasto territorio, fantasmas indóciles reclamando su pertenencia a lo visible. Es que el fantasma, como manifestación espectral, pone en evidencia determinada concepción del espacio-tiempo: es la aparición de algo que no debería estar ahí en ese momento, pero que sin embargo está. Se ha puesto mucho énfasis en la dimensión temporal, en la anacronía de ciertas formas o imágenes, descuidando por mucho la impronta espacial, el ámbito donde el fantasma habita aun en sus momentos no visibles. Este podría ser un acercamiento inicial a La herencia indócil de los espectros, la muestra de Cristina Piffer en Fundación Osde con curaduría de Fernando Davis. Piffer vuelve visibles los fantasmas, pero su impronta más atractiva radica en la potencia de ver su aparición en un territorio específico.
La muestra agrupa un conjunto de obras históricas de la artista con algunas piezas realizadas en el último tiempo. Argento, una obra construida a partir de placas de metal caladas, está dispuesta sobre una de las paredes que inician la exposición. El reflejo del espectador se mezcla con una inscripción que recupera el nombre, la condición racial y la edad de los indígenas que fueron bautizados en la isla Martín García, que funcionó como campo de reclusión de aborígenes entre 1870 y 1890. La obra de Piffer, tan sutil como higiénica, se pone de manifiesto en Trenzados. Entre la pertenencia al laboratorio y la artesanía folclórica, sobre una mesa de acero inoxidable tres frascos con formol guardan las trenzas que la artista ha realizado con tripas de vaca. Piffer construye sus obras a partir de múltiples formas, algunas de las cuales tienen una memoria específica; es el caso de Las marcas del dinero, realizada a partir de sangre bovina deshidratada sobre vidrio y acero, que recupera la imagen de los billetes realizados por la provincia de Buenos Aires en el siglo XIX. La duplicación de elementos históricos, los reflejos que invitan a una temporalidad no concluida —y por esto mismo siempre dispuesta a volver— y la impronta por momentos visceral que adquiere su obra, a partir de tripas, sangre, carne vacuna —como en la serie Neocolonial— o de cuero crudo, como en Lonja, hablan de una memoria construida a partir de una territorialidad específica. La particularidad de la temática, que hace posible un acercamiento a la “Conquista del Desierto”, se pone en juego a partir de una serie de obras que reinterpretan, recuperan y problematizan ese genocidio étnico que nos constituye como nación.
El punto menos atractivo de la muestra es el recorrido que propone. Al ocupar dos grandes sala conectadas por un pasillo, la muestra parece dividirse en dos. La distribución del espacio no se ajusta a la propuesta de las obras, que parecen sufrir una desconexión entre sí, más allá de la continuidad de la temática y de los materiales y conceptos involucrados.
Cristina Piffer, La herencia indócil de los espectros, Espacio de Arte Fundación Osde, Buenos Aires, 10 de octubre – 14 de diciembre de 2019.
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