LITERATURA ARGENTINA

Cuesta pronunciar Sanmierto y sorprende ver a Sarmiento con vestido, trenza y abanico en la imagen de tapa. Un simple enroque le basta a Emilio Jurado Naón para intervenir nombre y figura y llevar así al prócer renovado al siglo XXI.

El ahora santo travesti recuerda momentos conocidos de su vida y, como si compusiera nuevas memorias, escribe cinco breves capítulos que funcionan como una ampliación ficcional. Estos episodios suplementarios son posibles porque parten de un rasgo fundamental de personalidad y estilo que la crítica señaló por lo menos desde Valentín Alsina para acá: la exageración. Aquí todo busca desbordar. En unos casos, el realismo se deshace progresivamente y vira hacia lo fantástico, como cuando las pocas alumnas que visitan al maestro preso en un calabozo comienzan a multiplicarse hasta alcanzar un número abstracto (“seis u ocho” al llegar y “ochocientas ochenta y seis” al retirarse); o como las alas que de pronto le crecen a Antonio Jacobo Vial mientras intenta contener la furia del periodista en Chile. En otros, la transformación de los cuerpos acompaña la hibridez genérica: Sarmiento puede abrir su propio cráneo y manipular su cerebro; o sorprenderse hasta el terror frente al Comandante Sandes —ese que “llegaba de la arena de batalla transpirando tierra”—, que cambia de forma en un movimiento perpetuo, como si estuviera dentro de un cuadro de Francis Bacon; o confundir con la naturaleza de la isla Martín García “lo que era Villegas pero hasta el momento yo entendía organismo autóctono”. Jurado Naón, además, lo escribe todo con un estilo hiperbólico no exento de virtuosismo: ni una sola palabra es casual; las ha paladeado y elegido con exclusividad para hacer del atiborramiento lexical expansión de la lengua, mayormente por medio del juego con la aliteración (“el malevo aroma de los malvones”).

Pero ¿cómo se hace contemporáneo el personaje? Ciertamente, no por la escena de abuso sexual a las alumnas —supuestamente habilitada por la propia desmesura (“Fue excesiva la provocación y no quise contenerme”)—, que inserta un eslabón fantástico en la cadena de violaciones que leyó David Viñas en los comienzos de la literatura argentina.

La actualidad de Sanmierto, más bien, está en el cruce de géneros y en el desorden temporal. Un daguerrotipo, una foto o una caricatura preceden cada episodio, mientras sucintas piezas de crítica cultural, incluidas en un índice final, interpretan cada una de esas imágenes. Se arma así un marco que, al expandir cada relato, divide la enunciación en tiempos heterocrónicos. Ese movimiento permite el ingreso del doble invertido de Sarmiento: Alberdi agrega otro suplemento en el Posfacio y escribe una “Quinta carta quillotana”, dirigida ahora al propio Jurado Naón. Allí lee, comenta y discute la obra que acabamos de leer y, con ello, desborda una vez más los márgenes; aunque el gesto también provoca una clausura: nos encontramos frente a un libro que, en su exceso, viene con su lectura crítica incluida.

 

Emilio Jurado Naón, Sanmierto, Leteo, 2019, 136 págs.

19 Dic, 2019
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