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Las muecas de los bebés son la base de un sistema misterioso de comunicación. Universal, pero difuso. Vinculan a las personas como un hechizo, como un arma de compasión masiva. Acercarse a un bebé implica siempre una transformación: generar movimientos lentos, modificar la voz y sacrificar parte del cuerpo para hacerse pequeño. Semejante al comportamiento errático de los bebés es la producción de Rosario Zorraquín: funciona como un transmisor de ideas, pero un transmisor desobediente.
Es complejo ubicar el trabajo de la artista en una categoría o género. Podrían ser esculturas blandas, dibujos con relieve o pinturas. Las obras parecen delicadas, como las cortinas de una ventana percudida por el tiempo y la desidia, pero a la vez constituyen un cuerpo que no deja de moverse. Hay unos tampones u orugas teñidas de rojo sangre, acumulaciones de tela que recuerdan a las protuberancias que aparecen en The Brood de David Cronemberg o las pinturas informalistas de Noemí di Benedetto.
Sin embargo, a diferencia de estas referencias donde la violencia es el combustible de creación, en Zorraquín la transformación es la gran protagonista. Es el efecto de la gasa de algodón: tensiona y arruga múltiples líneas de dibujo, genera ondas expansivas donde aparecen palabras, deseos y confesiones al ritmo de un garabato furioso por cubrir todo. Las telas filtran la luz y transforman el lugar. La galería Isla Flotante se ilumina, sus paredes blancas comienzan a hacer muecas al visitante. Uno puede mirar, pero es el espacio el que observa al acecho.
Las obras son el resultado de un largo proceso de investigación todavía vigente. Zorraquín diseña un glosario propio, una serie de signos inventados que aparecen en sus obras, como un abecedario secreto e indescifrable. Mediante unas sesiones esotéricas con amigxs y conocidxs se entra en contacto con el material, el tacto se vuelve la herramienta base y los relatos se transforman en obras, se busca imprimir una memoria ajena en las telas que luego serán arte. Es una transmisión extraña, las telas envuelven a las personas, el cuerpo se ahoga en una práctica artística que borra los límites con la intimidad, una quimera entre una terapia ancestral y la creación de un objeto. Un parto compartido con varias personas que se extiende.
Las obras de Rosario Zorraquín son parte de un laboratorio de energía que se mueve en diferentes direcciones. Investiga nuevas formas de comunicación entre las personas y los objetos. Inventa palabras que se transforman en dibujos y luego en un cuerpo multisensorial. Todas las obras de la exhibición Oruguismo construyen un diálogo fantasma con el mundo, una nueva forma para habitarlo e investigarlo.
Rosario Zorraquín, Oruguismo, Isla Flotante, Buenos Aires, 9 de marzo – 10 de mayo de 2021.
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