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Partidas simultáneas

Estefanía Landesmann

ARTE

Tan lejos de la fotografía… y sin embargo, todavía atraídos por su fuerza gravitatoria, por su magia. Desde las entrañas de un lenguaje que, a fuerza de chocar con sus límites, es capaz de reflexionar sobre su devenir, pensando en futuros alternativos e imaginando lo que puede producir una imagen otra, singular y a la vez común, en tanto que revuelta permanente de nuestra forma de ver y habitar el mundo.

La propuesta de Estefanía Landesmann para la galería Pasto invita al espectador a caminar por escenarios envueltos en un halo de misterio e inmanencia, donde una serie de objetos, materiales y superficies de naturaleza ornamental adquieren una extraña presencia, casi fantasmal. Aunque la palabra ornamental no es lo suficientemente precisa, ya que desvía la imaginación hacia un mundo de arquitecturas monumentales, eternas, cuando en realidad lo que enfrentamos en Partidas simultáneas es un catálogo de construcciones accidentales, dobles lecturas, intervenciones mínimas y pequeños detalles de naturaleza más bien efímera. Y no sólo porque remiten, de alguna forma, al mundo de ferias y muestras de arte, al montaje como práctica quirúrgica y a lo transitorio de todo display, sino por su carácter pobre, de ruina potencial, que la artista ha trabajado con la intensidad y el cuidado que los antiguos artesanos ponían en dar forma a sus herramientas.

Si bien la formación de Estefanía Landesmann la hace una gran conocedora de las convenciones del medio, se debe a su inclinación experimental que ninguna de las imágenes haya sido instalada sin más sobre la pared. Los marcos y otros sistemas de colgar similares han sido sustituidos por un modo de montaje que explora las posibilidades espaciales de Pasto, desde el piso de plástico negro instalado ex profeso hasta el uso de los recovecos de la galería o, también, la forma en que la vidriera abre inusuales perspectivas al interior. De repente se dibujan relaciones inéditas entre las obras, la manera de instalarlas y el fondo que las sitúa. Lo bidimensional, así, es negado en tanto patrón que determina la presencia de la imagen y su frontalidad, lo que da lugar a una serie de juegos, repeticiones y analogías que retoman el modo en que una determinada tradición artística ha explorado el espacio de la representación y su(s) efecto(s). Una saga prolífera como pocas, que uniría las líneas de fuga de Cimabue con los jardines italianos del siglo XVII o, incluso, con las maquetas de Thomas Demand, acercándose a la arquitectura y al espacio que esta construye de forma performativa, donde escala, textura, luz, color y composición posibilitan una sensibilidad distinta que sitúa el cuerpo humano lejos de la realidad ordinaria.

El enfoque documental que Estefanía Landesmman emplea a la hora de registrar sus encuentros con estos espacios entre olvidados y abandonados se yuxtapone con un tratamiento compositivo en apariencia preciosista, pero más precario de lo que parece, en el que las dimensiones del propio cuerpo son evocadas por la escala y no desde la literalidad de la figura humana. Ahora bien, ¿qué son estas imágenes capaces de narrar? En realidad, nada más que la oportunidad de especular sobre su existencia, una excusa para pensar en su vida y destino como obra de arte. Flotando en una nube de mutismo, inscriptas en una puesta en abismo que nuestros ojos recorren de forma tautológica, no paramos de interrogarlas, sosteniendo preguntas que ni siquiera la artista podría responder. Siempre agudo, César Aira nos recuerda en Los fantasmas (1990) de qué manera la arquitectura no es más que “el reflejo de un reflejo entre lo que se ha construido y lo que se construirá”. Fuera de lo común: lecturas múltiples de lugares y artefactos tocados por una suerte de melancolía que evoca la eternidad. En definitiva, lo que puede la fotografía: inmortalizar y a la vez detenerse en lo ordinario, en los límites de lo visible, en aquello que la mirada, con frecuencia, deja pasar.

 

Estefanía Landesmann, Partidas simultáneas, curaduría de Jorge Macchi, Pasto Galería, Buenos Aires, 10 de noviembre – 31 de enero de 2018.

 

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