Según insisten desde algunos altavoces, parece ser que nuestro tiempo es escaso y demasiado tempestuoso, por lo que resulta una buena estrategia suspender, o al menos intentar plegar, ciertas preguntas que ya no nos resuenan ni nos conmueven, sino que más bien nos bloquean y empantanan, y dispersan nuestra capacidad de imaginar nuevos vínculos, relaciones y composiciones. Comencemos por un remanido cliché: la pregunta por lo que puede un cuerpo (generalmente humano), pregunta a esta altura demasiado complaciente y con respuesta programada, apta para eslóganes y elusiones varias. Entonces: ¿hay alguna posibilidad de objetologizar esa cuestión, es decir, de rarificarla y vaciarla radicalmente de humanidad, incluyendo en ella el (nuestro) deseo de investigar y de mezclarnos con las potencias de los objetos y reinos desemejantes, a-humanos, que nos rodean y nos interpelan? ¿Ser receptivxs, tener oídos para lo que adviene con y entre ellxs? ¿Escuchar sus parlamentos, sus deseos, sus monstruosas posibilidades de alianza y de agencia política, así como sus fricciones, desacuerdos y fracasos? ¿Objetos finalmente camaradas, como propuso alguna vez Jodi Dean?
Ignacio Unrrein, Alfredo Aracil y el equipo de Acéfala toman para sí estos interrogantes, los despliegan, los mezclan y los tuercen, fabulan con ellos. Los politizan, a partir de enfocar la atención (y el trabajo) en ese objeto tan icónico y particular: la pileta, sus universos y relaciones propias y paralelas. Objeto-pileta, que aparece cargado de posibilidades y significaciones, cuya distribución Unrrein releva como un preciso perseguidor a lo largo de los cuarenta y ocho barrios porteños, para luego disponer los resultados en un impactante mapa plagado de pequeñas agujas (una por cada pileta). Las piletas, ahora devenidas agujas esparcidas sobre una cartografía blanda y porosa, parecen querer mostrar y contarnos sobre las huellas punzantes —¿y dolorosas?— del espacio ganado a la tierra y al verano. Esas huellas que también se hacen presentes, pero de muy otro modo y con distinta tonalidad, en el bloque de tierra ubicado en el centro del espacio de la muestra, y que gracias al riego intermitente durante los días en que dura la exposición, permite vislumbrar e imaginar derivas, germinaciones y alumbramientos inesperados; la investigación y la construcción de las piezas entendidas en tanto proceso de creación de formas sutiles, que permitan dar cuenta de una preocupación personal por todo lo que el verano trae, efectúa y se lleva con él.
Asimismo, y en su radiancia, la apuesta expositiva pone en juego problemas como la división cada vez más inverosímil entre trabajo y ocio —¿quién no ha tomado el celular en una tarde porteña con alta sensación térmica para enviar algún mensaje de WhatsApp destinado a consumar una posibilidad de trabajo, un rebusque, una cita que ayude a surfear el austericidio en curso o, simplemente, para sumar más followers a su alicaída red social?—; los modos de asociación, organización y sindicalización —¿puede hablar políticamente una pileta, exigir derechos, organizarse? ¿demostrarnos a nosotrxs, humanxs agotadxs, que otras formas de movilización, menos heroicas e impersonales, son posibles y tal vez más efectivas?—; así como extrañas politizaciones por venir, heterotópicas, ligadas esta vez a la radicalidad de los encuentros, del goce y el disfrute colectivo. La pileta como territorio y promesa de felicidad.
Ignacio Unrrein, SPA – Sindicato de Piletas Argentinas, Laboratorio Festival, Buenos Aires, 7 de febrero – 27 de febrero de 2019.
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