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Good Time: viviendo al límite

Benny Safdie / Josh Safdie

CINE y TV

Filmar teniendo presente a Cassavetes puede ser inspirador y hasta efectivo, pero filmar como si Cassavetes no hubiera existido es un error de proporciones catastróficas. A favor de los hermanos Safdie hay que decir que su cine tiene un ingrediente ante el cual el gran director de Shadows (1959) nunca sucumbió: el feísmo. Y esto no es un elogio sino una concesión, porque a pesar de su envoltura brillante y colorida, de los cuidados técnicos en la presentación de una marginalidad demasiado usada por el cine “indie” de los noventa, Good Time es una película fea en el sentido en que nunca lo fueron las de Jim Jarmusch o Gus Van Sant, por poner dos ejemplos de los que los hermanos Safdie beben con casi treinta años de atraso. Aunque la escena inicial promete (la irrupción de Connie en la sesión terapéutica de su hermano transmite una sensación de pérdida de equilibrio emocional que la película después desperdicia a base de sobreexplotación), la reaparición de todos los tics que apuntalaron cierta renovación temática y formal en aquella época no puede causar otra cosa que una especie de déjà vu emocional reñido con cualquier tipo de fascinación legítima. Good Time arranca con un asalto y amenaza con ser un policial, pero rápidamente se transforma en una especie de épica barriobajera cruzada por una emotividad peligrosamente cercana a la estética soap. Si a eso se le suma el tono “cassavetiano” de las actuaciones y una inclinación hacia el absurdo que dinamita peligrosamente el verosímil (la “fuga” de los hermanos Niklas del hospital exige demasiada “suspensión” de la incredulidad, aun para un film saltarín y movedizo como este), quedan demasiado al descubierto las tretas y las poses de los Safdie, más preocupados por identificarse con una estética que por comprender la esencia de su no formulación. Y si el cine de John Cassavetes se definía más por lo que no era que por aquello a lo que aspiraba —con el correr del tiempo y una perseverancia conmovedora llegó a redefinir el concepto de “puesta en escena” un poquito antes que sus primos lejanos de la nouvelle vague—, el de los Safdie parece estancado e indeciso en algo a lo que aspira pero que no termina de ser. Basta echar un vistazo a la escena en que Connie (sorprendente, eso sí, Robert Pattinson) intenta que una desequilibrada “amiga” (la gran Jennifer Jason Leigh) le preste la plata para pagar la fianza de su hermano preso, y compararla con las antológicas discusiones a voz en cuello entre Peter Falk y Gena Rowlands en esa obra maestra llamada Una mujer bajo influencia (1974), o con los desvaríos y equivocaciones que cimentan la relación entre Seymour Cassel y, otra vez, la Rowland en la hermosísima Minnie y Moskowitz (1971), para comprobar que los Safdie no tienen mucho más que decir en ese terreno donde el único cineasta verdaderamente independiente de la historia del cine lo dijo casi todo de una manera que no pudo ser superada, aun cuando le sobren aduladores/imitadores contemporáneos y posmodernos.

 

Good Time (EEUU, 2017), guión de Ronald Bronstein y Josh Safdie, dirección de Benny Safdie y Josh Safdie, 101 minutos.

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