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Historia de un matrimonio

Noah Baumbach

CINE y TV

Noah Baumbach padece los vínculos, es un claustrofóbico del espacio familiar que sufre los lazos genealógicos con un tipo muy especial de melancolía. En el seno familiar se mezcla la dieta casera del resentimiento (The Squid and the Whale, 2005), se conjuga la depresión del presente con las culpas del pasado (Margot at the Wedding, 2007) o se sobrelleva la envidia quejosa y la frustración paranoica (The Meyerowitz Stories, 2014). El fin de la familia —o su puesta en crisis—, en cambio, es una oportunidad para ponerse en el lugar del otro, un atajo hacia la cura por el dolor, que casi siempre termina en la risa y la ternura. En Historia de un matrimonio, el “mundo Baumbach” —hecho a partes iguales de la corrosividad ingeniosa de Woody Allen y el peluche argumental adulto pero aniñado de Wes Anderson— gira a una velocidad reparadora. Al comienzo, todos los personajes ven romperse su realidad de un día para otro, y el resto del metraje les da todo el tiempo que necesitan para preguntarse qué pasó, qué salió mal. La tristeza que los inunda no tiene nombre pero es fácil de identificar. Como una enfermedad, repite síntomas universales, adaptándolos a los cuerpos del caso (estupendos Scarlett Johansson y Adam Driver). Los motivos de uno y otro no son el centro del debate (aunque se los llora, susurra o grita más de una vez), porque las almas y las mentes lastimadas ocupan la narración con una naturalidad que se permite el humor en cuentagotas y con sabiduría, como fragmentos recuperados de un tesoro amoroso hundido en el mar de la furia.

No hay victorias en la batalla que nos muestra Baumbach —como en Kramer vs. Kramer (1979), esa inolvidable película de la semana que resiste increíblemente bien el paso del tiempo—, ni reseteos sentimentales, ni soluciones salomónico-legales que introduzcan notas falsas en la música de cierre. El frente judicial que llevan los magistrales, imperdibles Alan Alda y Ray Liotta, por un lado, y la cada vez mejor actriz Laura Dern, por el otro, es un mero control de daños. Los abogados de familia son inspectores de catástrofes; no buscan razones sino líneas económicas subterráneas que puedan salir a la superficie como napas de agua contaminada después de un terremoto.

Baumbach es un cineasta inteligente. Barajó los lugares comunes que se podía ver venir desde lejos, los mezcló con pudor y un timing sentimental perfecto, y volvió a ponerlos sobre la mesa para mostrarnos que una historia de amor no es sólo la historia de un impacto entre mentes y corazones, sino, también, la historia de la manera en que ese impacto ocurre. Hay que mirar bien para darse cuenta de que Historia de un matrimonio es, antes que un drama sobre la pérdida, una comedia sobre el dolor. Jugar con esos extremos, llevar las cosas hasta ese límite, implica siempre asumir riesgos. Afortunadamente, Noah Baumbach lo sabe. Historia de un matrimonio es su mejor película.

 

Marriage Story (Estados Unidos, 2019), guion y dirección de Noah Baumbach, 136 minutos.

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