James

El subgénero de terror slasher (del verbo inglés to slash: acuchillar, cortar con filo) nació en los años setenta con una fórmula precisa: un asesino enmascarado elimina uno a uno a jóvenes que tienen sexo o consumen drogas o alcohol, castigando así el desvío de valores conservadores y cristianos. Su estructura desde entonces ha sido rígida y constante. Sotiris Petridis (Anatomy of the Slasher Film, 2019) identifica los cuatro elementos fundamentales: la normalidad (el orden que será perturbado), el Otro (el asesino), las víctimas y los supervivientes finales. El esquema opera bajo la imagen-movimiento de Deleuze, un régimen visual donde el montaje es determinado por la acción y la imagen por el movimiento. Halloween (John Carpenter, 1978) o Friday the 13th (Sean S. Cunningham, 1980) son ejemplos consumados. Cada movimiento de cámara y cada corte intensifican la persecución, aceleran el suspenso y conducen a la cinta al enfrentamiento definitivo entre el asesino y la final girl.
In a Violent Nature (2024), primer largometraje del director canadiense Chris Nash, subvierte el género desde una premisa simple: ¿qué pasaría si siguiéramos al asesino en lugar de a las víctimas? La cinta acompaña a Johnny (Ry Barrett), un asesino que vuelve a la vida luego de que unos jóvenes roban un colgante de su tumba. Previsiblemente, Johnny los perseguirá y matará uno a uno. Sin embargo, en lugar de acelerar hacia el suspenso, la cámara acompaña pacientemente a Johnny en sus desplazamientos por el bosque. Largos planos secuencia lo muestran caminando hacia su siguiente víctima o arrastrando el cuerpo de la última. Se abrazan así la lentitud y la repetición, permitiendo al espectador sentir el paso del tiempo del mismo modo que lo siente el asesino. Paul Schrader identifica en este tipo de imágenes las cualidades de lo que denomina “estilo trascendental”: encuadres estáticos, ángulos amplios y/o planos secuencia que buscan producir una experiencia contemplativa próxima a lo trascendental.
Esta inversión genera efectos desconcertantes. Vista en una sala de Nueva Orleans (ciudad conocida por celebrar lo abyecto) durante un festival de cine de horror, la película provocó una reacción colectiva inesperada. Durante una escena particularmente brutal —Johnny perfora con su brazo el estómago de una chica haciendo yoga, luego introduce la cabeza (la de la chica) a través del agujero abdominal hasta dejarla en una pose novedosa que un colega bautizó como “pajarito invertido”—, la sala, aletargada por el ritmo lento de las caminatas, estalló de pronto en aplausos y festejos. En ese momento, de forma colectiva, la audiencia reconoció lo inédito: Nash acababa de inventar una nueva forma de matar. La reacción aún me inquieta. ¿Cómo leerla? ¿Qué encuentra la audiencia de slashers en esa forma de goce? ¿Cómo participar éticamente de la celebración colectiva de un cuerpo (femenino) destruido en la pantalla?
Desde sus orígenes, la slasher también se encargó de buscar nuevas formas de destruir los cuerpos. El acuchillamiento en la ducha en Psycho (Alfred Hitchcock, 1960), los diversos usos de la sierra eléctrica en The Texas Chain Saw Massacre (Tobe Hooper, 1974), la succión-explosión a través de la cama en A Nightmare on Elm Street (Wes Craven, 1984), la puerta de garaje abriéndose en Scream (Wes Craven, 1996) o la cabeza en nitrógeno líquido en Jason X (James Isaac, 2001), todas inventaron nuevos modos de matar —grotescos, casi inverosímiles en su espectacularidad—, construyendo secuencias que ahora forman parte de la iconografía del género. El “pajarito invertido” de Nash se inscribe en esta lista problemática y fascinante, demostrando que aún es posible sorprender a audiencias curtidas en cinco décadas de imaginería slasher.
Pero el verdadero logro de In a Violent Nature no radica tanto en la innovación de sus muertes como en su replanteo formal. A través de la combinación de imágenes-movimiento (las muertes violentas) e imágenes-contemplación (los largos trayectos), Nash propone un nuevo acercamiento a los regímenes visuales del horror, explorando lo que podría entenderse como una slasher contemplativa. Esta subversión formal resulta más radical que cualquier innovación estructural, al abrir posibilidades narrativas no sólo dentro de la película slasher sino dentro del terror en general, históricamente dominado por la imagen-movimiento. ¿Estará el futuro del género en la expansión temporal y no en la aceleración? ¿En recurrir a la contemplación hasta que lo trascendental se revele en el corazón de lo abyecto?
In a Violent Nature (Canadá, 2024), guion y dirección de Chris Nash, 94 minutos.
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