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¿Se puede hacer algo diferente que encerrar al delincuente? ¿Son las prisiones las principales escuelas del delito? ¿Qué pasa cuando los crímenes son legitimados por quienes tienen el deber de prevenirlos? Teniendo como eje estos y otros interrogantes, Raúl Zaffaroni —eximio jurista, destacado profesor y miembro durante años de la Corte Suprema de Justicia— incursiona en la TV con un ciclo de ocho capítulos donde expone y analiza los resortes del poder punitivo, que hunde sus raíces en la Edad Media y define desde entonces la facultad del Estado para penar a quien delinque.
Basándose en su libro La cuestión criminal, Zaffaroni historiza cómo el poder punitivo (cuyos primeros blancos fueron los herejes perseguidos por la Inquisición) ha verticalizado las sociedades a partir de la estigmatización y la criminalización de las clases subalternas. Lector atento de Michel Foucault, aborda en un extremo del arco temático la potestad del Estado para legitimar masacres (tomando como ejemplo el genocidio armenio) y critica el modo en que la criminología ha guardado históricamente un “respetuoso silencio” sobre los crímenes en masa, sin siquiera incluir a sus víctimas en el índice de homicidios de los países donde fueron cometidos.
Ya con el foco puesto en la Argentina, Zaffaroni se pregunta por qué se criminalizan algunas protestas sociales y contrasta la impunidad con que se realizó el paro que encabezaron los agroexportadores en 2008 con la forma en que la policía reprimió, en tiempos de democracia, protestas de militantes piqueteros, desocupados y pueblos originarios. En las dos emisiones dedicadas a analizar el rol de los medios masivos se hace hincapié en cómo los homicidios en ocasión de robo son los más mediatizados (aunque no sean los más frecuentes), mientras que los cometidos en “lugares indignos” (en una cárcel, por ejemplo) son generalmente omitidos. El modo en que los medios suelen estigmatizar a los jóvenes de barrios populares convive con la dramática que la noticia policial monta alrededor de una víctima que conmueva y suscite empatía (el crimen de Nora Dalmasso y la muerte de la familia Pomar son dos de los casos que se analizan).
Una de las opiniones fuertes de Zaffaroni es que la reclusión innecesaria de quienes cometen delitos leves suele fabricar delincuentes. Una personalidad frágil, moldeada por una cárcel superpoblada que funciona como escuela del delito, puede afirmar su autopercepción al arrogarse de forma permanente el rol de “delincuente”. Así, se corre el riesgo de que se pase del “yo robé” al “yo soy ladrón”, y la reincidencia en el delito es muchas veces un efecto de ello. En este sentido, una nota aparte merece el sistema carcelario de los Estados Unidos, país donde uno de cada tres afroamericanos de entre veinte y veintinueve años está preso (prueba de “la criminalización permanente de un Estado racista”) y donde todo convicto queda inhabilitado para votar de por vida. Para Zaffaroni, en el horizonte debería estar la criminología cautelar, la que se propone analizar científicamente la violencia, prevenir más que castigar y contener los excesos de un poder punitivo que, lejos de buscar terminar con el delito, lo necesita para reforzar su autoridad y lograr que la sociedad acepte una vigilancia y un control cada vez mayores.
La cuestión penal, idea y conducción de Raúl Zaffaroni, Canal Encuentro, 2014.
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