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Febrero, Festival de Berlín, primera función de TPB AFK. Aparece el legalmente ¿necesario? aviso de que no se puede filmar ni subir a la web el film en cuestión. La sala, toda, estalla en carcajadas. ¿Anarquía germánica? No, TPB AFK es un documental que narra el proceso judicial que Hollywood entabló en Suiza contra Gottfrid Svartholm Warg, Peter Sunde y Fredik Neij, es decir, los fundadores de The Pirate Bay, biblioteca de Alejandría virtual en lo que respecta a los archivos compartidos. En cristiano, “donde se bajan gratuitamente discos, películas, programas, cómics, porno, libros, revistas”. Por ende, el avisito (pergeñado por esos ejércitos de abogados que justifican una forma de mundo agresivamente vertical) generaba un sinsentido, o una ausencia de realidad, tan pero tan palpable que hasta los estoicos germanos explotaron en pura risa. No quita sentido sardónico el hecho de que TPB AFK, incluso ya desde ese febrero, estuviera, coherentemente, para ver online, perdón… para ver “legalmente” online (con subtítulos en español).
TPB AFK es hipnótica: los tres piratas son dueños de una contagiosa acidez suprarrealista (como sostiene Javier Porta Fouz en el catálogo del Bafici: recuerdan en sus modos bífidos al Mark Zuckerberg de Red social de David Fincher, a esos sabelotodos escritos por Aaron Sorkin capaces de desarticular el mínimo lugar común desde ninguna otra trinchera que la mera inteligencia expresada con una esgrima verbal digna del cine clásico). Pero al mismo tiempo, en la red judicial están entre atrapados y agobiados: pocas películas capturan tan perfectamente la sensación de agobio, de real terror frente a un entramado tan tenso sobre el que sus ideas, agresiones y obviedades sólo rebotan. Entonces, sus dardos quirúrgicos contra los abogados de Hollywood se convierten, antes que en bombas nucleares XS, en búmeran contra su propia sagacidad. Y la película observa esa lucha (o luchas: los piratas devienen un manojo de nervios a medida que avanza el proceso) sin devenir un gueto para avezados (o activistas) de la descarga y sin mutarlos, siquiera, en downloading class heroes. Los piratas devienen sí la nave nodriza, atolondrada pero desesperada en su activismo, de ideas sobre un mundo que hace rato dejó de ser nuevo y nunca habíamos visto tan salvaje, palpable, de género (TPB AFK sigue siendo una película de juicio, con sus tensiones y sus pulmotores) y evidente. TPB AFK es el documental más consciente de modos de vida modernos (“AFK” quiere decir “away from the keyboard”, o sea, “lejos del teclado”, una expresión que los piratas usan para avisar que no están frente a la computadora, y es la respuesta a otra expresión que implicaba su vida en los teclados como no-vida). Entiende que pensar el mundo sólo necesita de una red (preferentemente humanista, gracias a Hollywood, pegajosa y atemorizante) y que es necesario bajar a tierra, al cine, al género, al documental una parte vital de Zeitgeist que todavía reniega de sus rebeldes y sus imperios.
TPB AFK. The Pirate Bay Away from Keyboard (Suecia, 2013), dirección de Simon Klose, 82 minutos.
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