Inicio » DISCUSIÓN » Días perfectos, a pesar de todo

Días perfectos, a pesar de todo

DISCUSIÓN

Un hombre se despierta temprano a la mañana, toma un café de máquina, mira el cielo, sonríe y se dirige a su trabajo que consiste en limpiar baños públicos. Casi exclusivamente de esas acciones infraordinarias, diría Perec, se compone este film de dos horas y cuatro minutos. ¿Qué tipo de película es Perfect Days? En principio, podemos decir que es una película japonesa hecha por un cineasta alemán que se suma a la larga lista de artistas occidentales fascinados por otras culturas. Tanto Wim Wenders como su discípulo Jim Jarmusch profesan una cálida devoción hacia la cultura japonesa: TokyoGa, Mistery Train, Ghost Dog, Paterson y ahora Perfect Days son ejemplos de ella.

Los cineastas occidentales, y entre ellos Wenders, han oscilado entre el racismo y la admiración —o la caricatura y la solemnidad— al momento de representar las culturas asiáticas. En gran medida, la caricatura pasa por el realce de los rasgos genéticos y la sonoridad de sus idiomas, es decir, por la captación del otro a través de la mera dimensión estética (ejemplo de esto es, entre muchísimos otros, Mr. Yunioshi, el japonés que encarna Mickey Rooney en Breakfast at Tiffany’s); por su parte, la admiración generalmente involucra la celebración de la relación de los orientales con la naturaleza y sus ciclos, o la espiritualidad que emanaría de sus rituales cotidianos. De todos modos, podemos decir que tanto un aspecto como el otro responden a unos mismos prejuicios; por eso no es extraño que, a veces en una misma película, se pase de un extremo a otro.

La historia del exotismo y del orientalismo en literatura, pintura, música y cine es largamente conocida (Flaubert, Kipling, Ingres, Delacroix, Verdi, Puccini, Fuller, Quine…), como también sus tópicos estereotipados. En este sentido, esta película de Wenders no escapa a las premisas sobre cómo Occidente representa lo oriental que Edward Said estudió en Orientalismo. Perfect Days es, entonces, una película cuyo contenido está mediado por una mirada ajena. Esta ajenidad no sólo está en la mirada, distante y a la vez fascinada, sino también en la banda sonora, conformada por solistas y bandas occidentales que remiten a unas preferencias musicales que Wenders comparte con su personaje, el señor Hirayama: The Animals, The Kinks, The Rolling Stones, Lou Reed, Nina Simone, Patti Smith o Van Morrison. De hecho, la canción en japonés que aparece en la película, “Blue Fish”, pertenece a la cantautora de culto Sachiko Kanenobu.

Tratemos de analizar esta supuesta fascinación. Existe una nota al pie que agregó Alexandre Kojève a su fundamental Introducción a la lectura de Hegel luego de visitar Japón en 1959, que se ha vuelto legendaria y fue citada por diversos autores. En esa nota hace unas observaciones sobre la civilización nipona que, pese a su dureza, acaso sean justas para comprender nuestra relación con Perfect Days. Kojève señala allí que el “American way of life” no pertenece al “fin de la historia” y que es la civilización japonesa la que se ha comprometido en la vía “poshistórica”. Vale la pena citar un párrafo completo:

Sin duda que no existe ya Religión en Japón, ni Moral, ni Política en el sentido “europeo” o “histórico” de estas palabras. Mas el esnobismo en estado puro crea disciplinas negadoras del dato “animal” o “natural” que superarán sin esfuerzo en eficacia a aquellas que nacieron en Japón o en otras partes, de la Acción “histórica”, vale decir de las Luchas guerreras y revolucionarias o del Trabajo forzado. Por cierto, las cimas (en ninguna parte igualadas) del esnobismo, específicamente del Teatro , la ceremonia del té y el arte de los ramos de flores, fueron y siguen siendo patrimonio exclusivamente de nobles y ricos. Pero, a pesar de las desigualdades económicas y sociales persistentes, todos los japoneses sin excepción están actualmente en estado de vivir en función de valores totalmente formalizados, es decir, completamente vacíos de todo contenido “humano” en el sentido “histórico”. De tal manera y en última instancia, todo japonés, en principio, es capaz de proceder por puro esnobismo a un suicidio perfectamente “gratuito”.

En primer lugar, nótese la importancia de las mayúsculas, las comillas y las bastardillas que modulan el texto. Los japoneses como sujetos poshistóricos serían aquellos que superan los datos de la naturaleza y los contenidos históricos —incluida la lucha de clases— a través del esnobismo, que para Kojève es un puro formalismo que se sustenta en el vacío: una espiritualidad sin trascendencia. El trabajo del señor Hirayama parece una repetición de un ritual vacío de todo contenido, al igual que las delicadas arquitecturas de los baños públicos. Trabaja, se distrae, lee, descansa, sueña y vuelve a trabajar: sus días se repiten con pequeñas variaciones, con pequeños encuentros y desencuentros. Byung-Chul Han señala que en la repetición de los rituales descubrimos la intensidad en lo insípido, a la que contrapone la compulsiva búsqueda de lo nuevo que caracteriza el consumo de nuestra época y que termina por hastiarnos. De ahí que se lamente por la desaparición de los rituales.

En Perfect Days no se muestran ni la ceremonia del té ni el teatro , pero sí unas actividades cotidianas —el trabajo o el bañarse en un baño público— que se han vuelto rituales. Hirayama es alguien que pertenece a un tiempo pasado, es un ser analógico: lee libros impresos, escucha música en casete, saca fotos con una cámara de rollo, tiene un reloj que no usa ni necesita, no tiene tv y apenas consulta el celular. Para él cada gesto cotidiano es un ritual, todo se vuelve formal; es decir, es un snob en el sentido de Kojève, que ha renunciado al contenido sensual de la vida. Este mismo aspecto es señalado por Roland Barthes en El imperio de los signos:

El signo japonés está vacío: su significado huye, no hay dios, ni verdad, ni moral en el fondo en estos significantes que reinan sin contrapartida. Y sobre todo, la calidad superior de este signo, la nobleza de su afirmación y la gracia erótica con que se dibuja, están situadas por todas partes, sobre los objetos y sobre las conductas más banales, las que de ordinario remitimos a la insignificancia o a la vulgaridad.

La insignificancia del ser y la más alta espiritualidad coinciden en Perfect Days. Tal vez de allí proviene el clima de misterio: sabemos que los japoneses también cagan, mean y vomitan, pero al parecer no como otros mortales, ya que en ningún país el decadente refinamiento de los baños públicos es tan evidente como en Japón. Su limpieza puede ser un mero ritual, y este ritual, como dato civilizatorio, se capta mejor en el momento de su mantenimiento y su posible desaparición. De ahí resulta el ambiente espiritual de Perfect Days, una película en la que no hay ninguna referencia religiosa en cuanto al personaje ni se invoca trascendencia alguna —los sueños provienen de restos diurnos—, sino que convierte un trabajo no calificado en la repetición de un ritual.

Cuando Marx describe el trabajo alienado en el capitalismo se focaliza en el problema de la repetición: por ejemplo, el gesto repetitivo del obrero no calificado en una fábrica que no tiene meta y está vaciado de significado. Es un trabajo alienante, ya que coacciona las potencialidades del trabajador, que no puede autorrealizarse en su propia actividad y al que su trabajo se le aparece como una instancia extraña. Se trata de la repetición no ritualizada que parodia Chaplin en Modern Times (habría que decir: no hay perfect days en los modern times). En el lenguaje de Barthes, podríamos afirmar que el trabajo alienado es puro efecto significante que implica una desvalorización del significado.

Hoy es muy frecuente acusar de resentidos a los pobres, es como un mandato mediático neoliberal. La envidia y el resentimiento serían así patrimonio de una clase popular que quiere consumir y no puede hacerlo por su propia incapacidad para generar riqueza. Lo primero que hay que señalar es que el resentimiento es una cuestión estructural: el deseo capitalista se activa en la posibilidad de consumir algo que “otros” no pueden. Es el deseo de lo “exclusivo”. Entonces, sin exclusión no hay deseo capitalista: la producción del resentimiento es inherente al funcionamiento del mercado. Así, deseo capitalista y producción de resentimiento son correlativos e inseparables. Pero ¿qué es el resentimiento? Según Nietzsche, dada una acción se desencadenan las fuerzas reactivas y estas tienen como función limitar la acción, pero en el tipo activo se puede a su vez re-activar la reacción. Vale decir que la reacción puede ser envuelta en una nueva acción. El resentimiento surge cuando prevalecen las fuerzas reactivas que limitan la acción, entonces “la reacción deja de ser activada para convertirse en algo sentido”. En resumen: “el resentimiento es una reacción que simultáneamente se convierte en sensible y deja de ser activada”. Nietzsche no se contenta con considerar el resentimiento como enfermedad, sino que, como señala Deleuze, avanza un paso más y concluye que toda enfermedad obedece al principio del resentimiento. De este modo, el resentido es un enfermo reaccionario, impotente y sensible. Por principio, el resentido es aquel que reparte culpas por su dolor. “Es culpa tuya mi dolor”, “Hazte cargo de mi desgracia” son las fórmulas del resentimiento.

Hirayama es, por supuesto, un tipo activo que apenas habla, lee a Faulkner, saca fotos, cuida plantas y limpia baños con la misma dedicación. Su vida es ascética y metódica. Vive solo, no tiene amigos y su rutina parece una libre elección y no una imposición (se dan unos pocos datos sobre su vida pasada cuando, cerca del final, aparecen su hermana y su sobrina que son de clase alta). Perfect Days es una película elitista sobre un esclavo-amo que acepta gustoso un trabajo alienante y hace de él una elevación espiritual que no se confunde con un sacrificio religioso, puesto que la pena y el dolor que caracterizan a las religiones occidentales están ausentes. La paradoja consiste en que Hirayama es, por así decir, un hombre elevado, al mismo tiempo que un trabajador perfecto para los neoliberales.

Al final de la película el protagonista solo parece sentir tenuemente la emoción de estar vivo; pero tanto él como la película saben perfectamente que su vida retirada es una excepción que no puede aspirar a la masividad. Un atajo para una salvación personal.

21 Mar, 2024
  • 0

    Romanticismo tecnológico

    David Nahon
    25 Jul

    El primer hombre pisó la Luna en 1969 y el último en 1972. A partir de entonces, a nadie le interesó volver, por más ensoñación que...

  • 0

    La reactivación del pasado en el arte. Sobre Manifestación de Mondongo en Malba

    Jesu Antuña
    25 Jul

    En Tradición y deuda, David Joselit introduce el concepto de desregulación de la imagen, correlato visual de la desregulación neoliberal de los mercados, que en las últimas...

  • 0

    Veinticinco minutos más de hipnosis. Sobre el “corte del director” de Profundo carmesí de Arturo Ripstein

    Andrés Restrepo Gómez
    4 Jul

    La mirada de Arturo Ripstein flota desatada como en el más hipersensible de los sueños lúcidos. Su técnica posee la transparencia del cine clásico de Hollywood, lo...

  • Send this to friend