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La distopía es hoy. Roger Waters en el Estadio Único de La Plata

DISCUSIÓN

Un comienzo irresistible, con ambos lados de la luna oscurecidos por la tormenta: “Breathe”. Sobre la pantalla de sesenta metros de largo y doce de alto, las modulaciones de formas y colores —predomina un rojo fogoso— abren un show programado sobre una lista de canciones invencibles, tomadas a manera de gran medley de los álbumes más célebres de Pink Floyd. El plan no parece dejar mucho espacio para el asombro, salvo que uno haya nacido hace poco. Pero, aun así, el asombro, viejo amigo de Waters, asomará no tanto desde lo que escuchamos como desde lo que vemos. O desde ambas cosas a la vez.

Sí, son aquellas viejas canciones que durante años estuvieron suspendidas entre el cosmos y la tierra: “Time”, “The Great Gig in the Sky”, “Wish You Were Here”, “Welcome to the Machine”, “Money”, “Eclipse”, “Brain Damage”, “Dogs” o  “Another Brick in the Wall” —esta última con el infaltable coro de niños—, las que ahora, sin mayores arreglos respecto a las versiones originales, fluyen entrelazadas con el discurso visual. Se dirá que esto sucede corrientemente en la escala enfática de la música de estadio, donde la condición performativa del rock se desarrolla en plenitud merced a una tecnología espectacular. Pero vale tener en cuenta que esto jamás ocurre a un nivel tan alto de producción de sentidos.

A la manera de un periodismo satírico, Donald Trump emerge de la pantalla sexualmente burlado, con uno de esos micropenes de las esculturas clásicas, o pintarrajeado como en un varieté de mala muerte. Entonces suena Animals, que no es el mejor disco de Pink Floyd pero quizá el que mejor funciona para la crítica política.  Las cuatro torres de la central Battersea Power Station se salen, henchidas de materialidad, del marco de la pantalla, mientras el cerdo rosado inicia su ya conocido vuelo. También desfilarán otros líderes mundiales asociados a ese cerdo que ha sido a Pink Floyd lo que la lengua a los Stones. El desfile es veloz e implacable y, como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, se harán presentes acosadores sexuales como Bill Cosby y Dominique Strauss-Kahn, jefes de gobierno como Vladímir Putin y Theresa May, y hasta Mark Zuckerberg, el hombre de Facebook al que se señalará como gran censor o filtro moralizante de nuestra tan animada vida virtual. Lo que para otros podría significar un disparo sobre el propio pie, para Waters toda denuncia/confrontación es el motor que lo estimula a seguir avanzando sin ampliar demasiado su set de canciones. Quizá no estemos frente a un compositor definitivamente agotado, pero el signo de su gira Us+Them es la constante resignificación de sus viejos temas.  En ese sentido, el futurista de ayer resulta ser hoy un artista de repertorio, que sin embargo ha encontrado en ese plus que siempre tuvo su música (lo visual/cinético como prótesis o extensión sensorial) el modo de seguir interpelando al mundo inmoderadamente.

En las mejores partes de un recital cautivante contra cualquier reparo, Waters dejará de lado el toque revista Punch para inclinarse por un juego entre abstracto e hiperrealista, con imágenes fractales impactantes y un notable fundido del vivo del escenario con la parafernalia visual. Hay algo de pop art radical en todo esto: Andy Warhol después de haber leído a Naomi Klein. Salvo en el dueto de las coristas Jeff Wolfe y Holly Laessig desgañitándose la voz en “The Great Gig in the Sky”, ya no buscaremos en la pantalla led aquello que la indescontable distancia del estadio nos impide ver con nuestros propios ojos. Por supuesto, sabemos desde dónde solea su guitarra el excelente Jonathan Wilson, y que nadie ahí arriba errará sus notas por más agua que caiga de los cielos (un sábado lluvioso como pocos). Pero sólo veremos a Waters —la megalomanía como una de las bellas artes— devenido parte viva de sus canciones, centro neurálgico de un haz de rayo láser que parece horadar la cabecera del estadio para perderse en la noche sideral. Un Waters de brazos extendidos o en cruz, en blanco y negro, recortado del resto, cabellera canosa al viento, como salido de un retrato que en los años setenta hubiera imaginado la mejor forma de su vejez.

Habrá también algún que otro track del nuevo disco, Is This the Life We Really Want?, especialmente la bella balada “Wait for Her”. En sus compases se conjugan con maestría la pastoral de la Inglaterra que modeló el costado hippie de Pink Floyd y la obra del enorme poeta palestino Mahmud Darwish. Es una canción nueva, feminista y de dramática actualidad, la única que Waters parece tener a mano para seguir después del invitado sorpresa León Gieco cantando “La memoria”. Será el momento más cargado de mensajes, en una suerte de colofón políticamente esperanzador a una obra de más de cuarenta años esculpida con el cincel de la imaginación distópica.

Diríase que este George Orwell de la cultura rock, que nos inquietó con los temas de la alienación, la locura y la violencia del sistema cuando estos amenazaban nuestro futuro colectivo, ahora que el neoliberalismo expolia el planeta de manera ilimitada y los poderes fácticos han convertido la política internacional en una farsa, ha dejado de mirar hacia adelante para posar su mirada en un presente más oscurecido por el cinismo que por las nubes. Llamará entonces a la resistencia, de un modo algo incontinente e impreciso (la politicidad del rock es siempre un tanto borrosa), encolumnado tras la causa palestina, en primer lugar, y luego la de las heridas abiertas de nuestro continente. Artísticamente lúcido, sabe que le cuestionarán más las omisiones que los escraches; que todo listado de oprobios y pesares es fatalmente incompleto. Pero también entiende los alcances de su poder de comunicación y ha decidido convertir al ídolo autócrata imaginado en The Wall en un artista de izquierda.  No obstante, lunático al fin, cerrará la noche con la desapacible “Comfortably Numb” y el prisma de su gran obra, aquella que, por debajo de cualquier buena voluntad, nos sigue cantando con más melancolía que desesperación “Your lips move but I can’t hear what you’re saying” (“tus labios se mueven pero no puedo oír lo que dices”).

 

Roger Waters, Us+Them, Estadio Único de La Plata, 10 de noviembre de 2018.

15 Nov, 2018
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