Inicio » DISCUSIÓN » ¿La humanidad empezó con un arma o con un parto? A propósito de Eva, de Cat Bohannon

¿La humanidad empezó con un arma o con un parto? A propósito de Eva, de Cat Bohannon

DISCUSIÓN

Un libro raro. Según Proust, los libros que amamos parecen escritos en una lengua extranjera. El de Cat Bohannon (Eva, Seix Barral, 2025) cumple esa función de extrañeza: nos aleja de caminos habituales de lectura y nos hace cómplices intelectuales de una vuelta al día en sus variados mundos. Lo consigue alejándose de los relatos habituales. 

 

Prometeo. Las narraciones más conocidas sobre el origen de la humanidad se mueven en una sola dirección: armas, fuego, brutalidad, sujeción, muerte. Son relatos que se dedican a mancillar lo vivo: en ellos todo suena a imposición mediante violencia, signo de una deshumanización que, de forma flagrante, contradice lo que anuncia. ¿Queda lugar para conjeturas que hablen, en cambio, de proximidad, ayuda mutua, encuentro festivo, nacimientos? Un film ilustra estas miradas contrapuestas: Prometheus, de Ridley Scott, precuela de Alien, el octavo pasajero. La protagonista de aquel thriller de ciencia ficción y terror es Elizabeth Shaw, arqueóloga embarcada en la nave científica Prometeo, en viaje a un asteroide distante, la luna LV-223. Allí, Shaw y sus colegas hallan el cadáver de un extraterrestre antropomorfo con cromosomas casi humanos. Tras muchas peripecias, el alien revive. Inducido por misteriosas influencias, un colega de la expedición embaraza a Shaw, quien tiene que solicitar ayuda médica. A lo que los galenos terráqueos responden: nuestra medicina es apta para pacientes humanos si y sólo si son de sexo masculino. Mejor busque en otra parte. Eva comprende que no existe otro lugar, que no hay intención de crearlo y que “monstruos” como el que alberga en su seno hay que abortarlos: el sistema médico está diseñado según el restrictivo modelo de cuerpos de varón. Shaw vence las dificultades y al final engendrará un hijo alienígena. El film abre la puerta a un nuevo relato, donde planea una cuestión de resonancia casi bíblica: in principio erat partum? Según cuenta la autora, el film desencadenó una investigación que insumiría más de diez años. Contextualizar su pensamiento es asunto complejo: demanda de mi parte circunloquios similares a los que recorren su texto. 

 

Fábulas musculosas. La conjetura de un comienzo “femenino” de lo humano no suele ser tomada en serio, como debiera. Apenas aparece se la confina en un jardín cerrado de abstracciones que ensalzan a la mujer, sí, pero para luego recluirla en un serrallo de fantasías rosáceas. En cambio, han predominado versiones duras, extremas, donde la fuerza viril y la violencia, a menudo excesivas e incluso gratuitas, enmarcan y condicionan la historia que cuentan. Según la fábula freudiana, por ejemplo, un crimen abominable marca el principio y fundamento de la historia. Tótem y tabú narra la eliminación del padre primordial. La pandilla de hermanos lo asesina. Comen su carne. Al hacerlo, instituyen la ley y la sociedad: al fundar la cultura, se hacen aptos para tejer lazos sociales, doble movimiento amparado por la sombra amenazante del padre muerto. La violencia marca igualmente el final de los tiempos según el relato fabuloso del Apocalipsis. Cielo nuevo y tierra nueva designan el plan divino. Su revelación es un evento hecho de truculentas profecías de exterminio, dolor y sufrimiento, ocasionados por el imperio de Satán. Abolir esa situación catastrófica es el camino que indica el texto sagrado para asegurar el triunfo final de Dios y de los justos. Marx se crió en estas tradiciones occidentales (también presentes a su modo en el budismo mahayana) y transforma su conjetura en una cuasi hipótesis que desde entonces se repite una y otra vez, hasta que se la da por probada: el alemán afirma que “la violencia es la partera de la historia”. Según los constituyentes de 1789 y los revolucionarios de 1917, la democracia germina sobre una montaña de cadáveres del pasado: realeza, nobles, reaccionarios. Mucha reflexión corriente se muestra deseosa de darles razón. Para Hobbes y Rousseau, el contrato social es la única forma de contener la violencia. Pero como esta resulta “inherente a la vida social”, la acaba desbordando por todos lados. Foucault plantea que la violencia “manifiesta” el poder como uso legítimo de la fuerza: para palparlo, veamos la violencia física y simbólica con que se conducen regímenes sociales y políticos que tenemos delante. Y no es que a ojos de Bohannon a esos autores les falte razón (aunque no formen parte de tradiciones que ella cita en su copiosa bibliografía de ciento veinte páginas). El problema es que la versión establecida del origen la siente inflexible y con apariencia oficial. Leyendo Eva, me pregunto por qué siguen predominando esas rígidas narrativas de dominación, confrontación y destrucción. Sólo “la escritura de un dios” podría narrar un comienzo absoluto. En cambio, del origen humano, que por lógica debiera ser un acontecimiento compartido, sobresalen versiones apoyadas en una excluyente e injusta parcialidad, la de la imposición del más fuerte. Por insistencia y (pre)potencia, acabamos otorgando al imperio de la fuerza cierto “privilegio epistemológico”. Hemos sido educados en esas agrias conjeturas. La unanimidad de la costumbre las ha vuelto “verosímiles”. Las sentimos omniscientes de puro verlas omnipresentes. Incluso el cine las reafirma. Entre muchas, la ficción 2001: odisea del espacio desarrolla una doctrina lastrada de unilateralidad: la del simio asesino del antropólogo Raymond Dart. En contraste y por mera presencia, el libro de Bohannon sacude el árbol de “evidencias masculinas” en materia de origen humano. 

 

¿Matriarcado? Ningún relato anterior merece llamarse hipótesis: en rigor, todos resultan inverificables. No son “falsables”, pero tampoco se vuelven inútiles o estériles. La ventaja de las conjeturas comunes con que nos manejamos es guiar la concreción de lo humano y nuestra vivencia de lo individual y lo colectivo. Sea como fuere, el cotejo de propuestas afines a una “lógica masculina” estándar, a muchos (no sólo mujeres) les suscita preguntas: ¿y si los relatos dominantes no fueran los únicos, los más fértiles, los más aconsejables? Intentando responder esta interrogante, desde hace medio siglo se desarrolla una rica narrativa sobre mujeres hacedoras de la historia. El razonamiento de quienes propugnan esta “nueva antropología" va en doble dirección. Una línea considera que hay mujeres “equiparables a los hombres” en poder político o desempeño militar: traen a colación las guerreras de Asia central armadas con hachas y flechas, que los griegos eternizaron en la leyenda de las “amazonas”; o a las “princesas” del Sudeste asiático reuniendo cuantiosos tesoros que se llevan a la tumba. Subyace la idea de una mujer “igual al hombre” y que, si compite, es capaz de superarlo incluso en campos de reconocida especialización masculina. La otra línea investigativa subraya una “diferencia de naturaleza" entre hombres y mujeres, postulando que el “matriarcado" precedió al patriarcado. Mosuo se llama una etnia china que habita en las provincias de Yunnan y Sichuan (cerca de la frontera con Tíbet). Describen su cultura como “matrifocal” (madre cabeza de familia) y “matrilineal” (linaje transmitido a través de la madre). El poder político está en manos de varones, aunque estos actúan por delegación: no en vano la propiedad, la organización agrícola y demás prioridades están en manos femeninas. Ambas conjeturas invocan postulados opuestos: máxima aproximación o máxima diferenciación entre sexos. Han dado abundante fruto. Pero no queda claro que sus narrativas reúnan las condiciones para erguirse al rango de hipótesis. Eva no toma partido sobre este punto y usa elementos de ambas vías libremente. Según explica, prefiere trazar “el retrato de múltiples evas” conocidas. Pese a sus omisiones, con esas ascuas arma una antropología cuya originalidad consiste en combinar textos neurológicos, paleontológicos, literarios, filosóficos y poéticos. Consigue una verdadera proeza.

 

 Antropología de Cat Bohannon. Eva propone reorientar el relato del alba humana. ¿Qué tal, razona, si cambiando de lógica, nos centramos en rasgos ajenos a la fuerza y la violencia como el interés, la sobrevivencia o la colaboración? Lo consigue dando un volantazo a la indagación: de la mente y sus proezas, el eje pasa a estar en el cuerpo y sus vicisitudes. La relación de capítulos emparda la audacia del antropólogo Michitarõ Tada en su obra Karada (“cuerpo carnal”), que más de uno habrá leído en traducción argentina (Adriana Hidalgo, 2010): variedad de referencias, prioridad del cuerpo femenino, prolijidad para avanzar en sus nueve capítulos (leche, útero, percepción, piernas, herramientas, cerebro, voz, menopausia, amor). El cuerpo es el telar donde teje el retrato de las evas que han sido. Modifica la fábula del Génesis. Eva nace, sí, de la costilla de otro ser vivo; planea de nuevo la aseveración borgiana: lo vivo procede necesariamente de lo vivo; en cambio lo absoluto sólo puede ser escrito por pluma divina, ajena a los avatares de la historia, y en eso mitológica (en sentido barthesiano). Pero evita la deriva misógina aristotélica de considerar a la mujer adlátere del hombre. Si la construcción de lo masculino se había producido identificándolo con fuego, armas, divinidades, poderíos, Bohannon reconstruye lo humano desde lo femenino, vinculado esta vez a la luna, los instrumentos médicos, la persuasión, el cuidado, el seno. En cálidas dedicatorias y prolijas notas remite a circunstancias y personas que la ayudaron a configurar una mirada lúcida, tierna e incisiva de lo humano. Dato no menor es la calidad de su escritura, pulida en lecturas multifocales: teorías de la evolución, neurología aplicada al sexo, algunos antropólogos, poesía y estética del alma femenina, amén de Dickens, Thoreau, Rumi o Borges. Cada capítulo arranca como un relato: los hechos históricos se cargan de suspense. Al leer Eva olvidamos que cuenta una historia que nace “hace 205 millones de años” (¿por qué tanto?) de viaje humano por el planeta Tierra. Esta paleontóloga norteamericana crea una nueva conjetura y sin embargo no intenta transformarla en “hipótesis falsable”. Para evitar una lectura de Eva en clave fairy tale, enfaticemos que entre un relato fabuloso y una proposición falsable media un largo camino, jalonado por mojones de creciente “verosimilitud”. Eva comienza siendo una “hipótesis teórica". De a poco se nutre de abundantes “verificaciones parciales”: las mujeres tienen mayor desarrollo sensitivo (oído, olfato, gusto, tacto); forjan una relación vitalicia con sus crías por el doble e infalible camino del desarrollo del lenguaje y la experiencia del bienestar; consiguen resolver el doble escollo de la bipedación (pelvis estrecha de la madre, crecimiento de la cabeza del bebé) sin abandonar los reclamos de su cuerpo. Cuando las comprobaciones se multiplican, surge un lienzo de “realidad asequible”. Eva avanza en esa dirección. Pero no confundirse: ningún programa de investigación ha llegado a la completa “falsabilidad” popperiana; no lo han conseguido las hipótesis de grandes genios como Freud, Darwin o Marx. En cambio, según crecen sus teorías acortan distancias entre fábula e hipótesis, ciñéndose todos a la regla de validación habitual en las ciencias sociales, la “generalidad estadística” (a partir del 60%) y al acuerdo que esta concita. 

 

¿Cómo sigue? Eva es una obra en crecimiento. Le falta conectar mejor la primacía del cuerpo femenino con dos discusiones claves de la liberación femenina que propugna. Lo metodológico. ¿Conseguirá Bohannon mantenerse en un equilibrado pero sinuoso “camino intermedio” entre la fantasía desbocada (que livianamente muchos adjudican a los relatos femeninos) y el racionalismo serio de conjeturas masculinas que persisten, pero no consiguen validación? Lo ideológico. ¿No cabe revisar ese “esencialismo” que enfatiza la postulación de la mujer como cuidadora del mundo (y del hombre), siendo que Bohannon reconoce que no hay primacía sino entrelazamiento? ¿Qué pasaría si su narrativa elimina la falsa oposición rivalidad-cuidado y plantea que lo humano nace entrelazando funcionamientos específicos en consecución de objetivos comunes? ¿Por qué el origen del mundo no podría simultanear el perfeccionamiento de la forja y la intimidad de la gestación? ¿Acaso el acto fundacional de la vida no exige el concurso de ambos sexos, indispensables para asegurar la continuación de la vida? ¿Por qué no pensar que un hombre forjador fabricó la lanza que blande la mujer (tal vez la suya) que caza con su crío a cuestas? ¿No la está cuidando? Estas preguntas harán fruncir el ceño a ideologías feministas convencionales y, por supuesto, a millones de varones celosos de sus prerrogativas. Ojalá Bohannon contribuya a narrar un pasado que nos ayude a lidiar con el porvenir.  

30 Oct, 2025
  • 0

    Fuera de lugar. A propósito del disco más reciente de Liliana Herrero

    Abel Gilbert
    9 Oct

    Liliana Herrero acaba de publicar un disco, Fuera de lugar, que es algo así como un potente ejercicio de dislocación. Se desplazan géneros, prácticas, discursos sobre la...

  • 0

    Aparte. Destino final: Barcelona

    Ana Basualdo
    2 Oct

     

    Llegué a Barcelona en octubre de 1975, semanas antes de la muerte de Franco, y celebré el final de aquel tiempo de silencio (alusión a la...

  • 0

    Ensamble y fascinación. Sobre Electrosoma, muestra de Romy Castiñeira

    Martín De Mauro Rucovsky
    25 Sep

    Antes de que cierren las fábricas, vendan los muebles, liquiden las últimas tuercas. Antes de que ese sueño se desvanezca y que sus fotos se quemen, descendamos...

  • Send this to friend