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Hubo un tiempo en el que internet era un lugar. En las casas se suspendía durante un rato la línea telefónica y entonces una entraba a internet y buscaba desconocidos en salas de chat, se hacía una cuenta en icq para chatear con las amigas, leía un mail o buscaba información sobre algún tema. En muy pocos años, lo que parecía reducirse a la categoría de “medio” se transformó en mundo. No existe (ya) como un lugar otro al cual entramos para llevar a cabo determinadas actividades o interactuar con gente de una manera específica: internet, el universo digital, es un espacio que parece no tener fronteras y que moldea nuestra vida, nuestra sensibilidad y nuestra manera de hacer, vivir y pensar la política.
El gran acierto de Marcela Fuentes en este libro es no subestimar los alcances de este “mundo digital” y, en cambio, oponer a la anticuada idea de que la movilización política es eso que sólo pasa con los cuerpos en las calles el concepto de tecnopolítica, una noción que “asume la capacidad política de la organización en red y tiene múltiples capas que entrelazan espacios físicos y comunicación masiva”. Este término funciona aquí como una herramienta analítica que hace pie en los alcances que las ya-no-tan-nuevas tecnologías tienen en la organización y la comunicación, pero también en la acción misma de los activismos políticos actuales.
El libro recorre algunas de las movilizaciones más importantes y masivas de Latinoamérica desde la década de 1990: en el primer capítulo, se detiene en el levantamiento zapatista y el lugar de las “sentadas virtuales” puestas en marcha por el Teatro de Disturbio Electrónico; luego, analiza el caso de las manifestaciones del 2001 en Argentina y el activismo web en la difusión de las acciones, como la campaña de emails Argentina2001.ppt; el tercer capítulo analiza, entre otras cosas, las protestas estudiantiles en Chile en el año 2011 y la popularización de los flash mobs; el capítulo que sigue se detiene en las campañas de hashtags, específicamente en el caso de las desapariciones de Ayotzinapa. Por último, toma el caso de la masiva movilización de Ni Una Menos en 2015, cuyo origen fue la convocatoria en Facebook a una maratón de lectura y que luego logró masividad por la réplica de un hashtag. Todas estas acciones colectivas, entre otras que aparecen en Activismos tecnopolíticos, entran en la categoría de “performance”, que aquí viene a sintetizar el aspecto situado en tiempo y espacio del acontecimiento y su carácter interactivo, procesual y expansivo. La idea de la performance activista como una acción dinámica que integra política y acontecimiento artístico está en el centro de la lectura de Fuentes. La noción de constelaciones, por otra parte, comprende la acción de la performance en el paradigma de la tecnopolítica, en la medida en que sirve para definir la particular relación entre acciones colectivas sincrónicas, asincrónicas y multilocalizadas que ofrece el universo digital.
Sin embargo, el libro deja algunas zonas sin iluminar. Y es que el mundo digital, glocal y multiplataformas no es exactamente el ágora que alguna vez prometió ser; antes bien, es el laboratorio de dos, o tal vez tres, corporaciones billonarias. En tiempos de fake news, de 8chan y de discursos del odio, en tiempos de democracias probadamente manipuladas por las redes sociales y masivas manifestaciones de derecha probadamente orquestadas, es difícil pensar que las posibilidades de la red están de nuestro lado. Precisamente porque internet no es ya un lugar al que vamos (y que, por lo tanto, podemos disputar) sino que es un mundo con dueños, reglas y nombres propios. En cualquier caso, las nociones de tecnopolítica y constelaciones de performance se ofrecen como herramientas útiles y refrescantes que permiten articular teatro, vida y política en la era digital.
Marcela A. Fuentes, Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance, traducción de Mariano López Seoane, Eterna Cadencia, 2020, 272 págs.
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