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El idioma de la identidad

Vincent Descombes

TEORÍA Y ENSAYO

Un filósofo de cuño político, de una tensión emancipadora radical, admirador de Balzac, redactó alguna vez un manifiesto donde aseveraba que un fantasma recorría Europa. En nuestra contemporaneidad, el comunismo parece persistir principalmente en una gramática social despachada a manuales, una huella de un anhelo utópico. Sin embargo, un espectro de otra índole azota Europa: la conflictiva naturaleza de la identidad. Un enigma de intereses se abre desde sectores que reivindican su autonomía política-cultural y, a la vez, a partir de un flujo inmigratorio señalado como “desborde”. Hoy más que nunca nos preguntamos quiénes somos. Esbozar una respuesta no es sencillo.

Vincent Descombes, autor de Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía francesa (1979), dio a luz en 2013 El idioma de la identidad, texto que no elude la polémica ni el debate. Diagramando un recorrido histórico minucioso, atento a los conflictos actuales, munido de herramientas de la lingüística y la filosofía, de estiletes agudos y cuestionadores, su libro nos brinda un pensamiento maduro, que no cierra el diálogo sino que impone interrogantes.

A principios del siglo XX, Maurice Barrès afirmaba que una comunidad se caracteriza, antes que nada, por tener un cementerio común, o por practicar el culto de los antepasados. En el presente, las especulaciones de la derecha que encarna el fetiche paródico de homologar patria a identidad inamovible no encastran con los acontecimientos que se desarrollan con inesperado vértigo. Husmeando en la historia de la filosofía occidental, hemos aprendido a desconfiar del principio de identidad en tanto tendencia de la razón a reducir lo real a lo idéntico; esto es, sacrificar la multiplicidad a la identidad con vistas a su explicación. Sospechamos que no hay un sustrato metafísico de la identidad personal que pueda ser demostrado por la lógica. Hemos entendido que hay una primera manera de ser, el “ser” en el sentido de identidad, que es característico de la naturaleza, y una segunda manera, el ser en el sentido de la negatividad, que es característica del hombre. Sabemos que el hombre se define por el hecho de que actúa, cambia el curso de las cosas. Este ser puede ser pergeñado como un actor que consiste en no seguir siendo el mismo, o pretenderse diferente a partir de su acción.

¿Qué cantidad y qué clase de atributos son necesarios en la elaboración de una identidad? Historia en común, valores respetados por mayorías, filiación política… Sin embargo, hace tiempo admitimos que esos conceptos son construcciones generadas con la intención de aglutinar colectivos que, de otra manera, podrían dispersarse. La filosofía que se conoce con el rótulo de giro lingüístico estableció la premisa de que habitamos una lengua, pero que esta no nos pertenece. ¿Quién podría vivir sin imaginarios? Me refiero tanto a los individuales como a los de núcleos sociales, que se ufanan resaltando sus rasgos particulares. Descombes nos ofrece la incertidumbre de persistir cavilando en las metamorfosis de nuestros marcos íntimos y políticos, que proyectan una lábil sensibilidad en inquietudes vitales sin un horizonte previsible.

 

Vincent Descombes, El idioma de la identidad, traducción de Cecilia González, Eterna Cadencia, 2015, 272 págs.

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