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La pregunta por la “muerte del libro” se planteó tantas veces en tan diversas etapas de la historia que la poeta, académica y “artista del libro” Amaranth Borsuk la desestima desde el mismo prefacio de El libro expandido: su consejo es recordar que “libro” es un término que usamos tanto para el formato como para el contenido, y recomienda llamar al primero “códice”, definido como un “bloque de páginas entre dos tapas, sostenidas por uno de los lados”. Aquí está la clave para leer este ensayo que reconstruye la historia del libro desde las primeras escrituras hasta nuestros días, a través de una historización que nos recuerda que cuando hablamos de un “libro” en general nos estamos refiriendo al “códice”, y que el “libro” como tal, al igual que la lengua y que cualquier otra construcción cultural, está en permanente cambio. Es cierto que no se ha modificado demasiado desde Gutenberg, y menos aún desde la última mitad del siglo XIX hasta el final del siglo XX, pero eso no es prácticamente nada en la historia de la humanidad.
Tomando en cuenta esta transversalidad histórica, entonces, podemos encarar las preguntas sobre qué es un libro hoy, y las respuestas serán mucho más contundentes, más claras. Así, nuestras bibliotecas de códices no se ven amenazadas por esas tabletas electrónicas tan parecidas en esencia a los primeros libros compuestos por tablas de arcilla, con la diferencia de que una tableta es capaz de contener infinitas tablas de arcilla. La idea de la muerte del libro —del códice— también se reformula vista en perspectiva cuando entendemos que, históricamente, los distintos dispositivos y modos del libro han convivido por siglos: tanto las tablas con los papiros como la imprenta con los copistas, que se extinguieron recién hacia fines del siglo XIX.
La investigación de Borsuk se fundamenta en un resumen de lo que distintos especialistas han investigado en el campo específico de la “historia del libro” (aportando mucha bibliografía internacional a los lectores argentinos gracias a la apuesta editorial de Ampersand). Su historización hace un alto al llegar al siglo XX, y allí aparece su idea original: incorporar a la historia del libro como objeto las experiencias artísticas —que son muchas— que lo tienen en su centro. Así, de la historia pura y dura —cómo se produce una hoja de papiro o cómo se funden las aleaciones de metales para crear los tipos móviles— se avanza hacia un relato de obras artísticas disruptivas que exploran las variantes del códice, desde las impresiones iluminadas de William Blake en el siglo XIX hasta los libros explosivos del artista Cai Guo-Qiang en el siglo XXI, pasando por variantes tan simples como los libros pop-up (con figuras 3D que emergen), los cinematográficos (aquellos diseñados para pasar las páginas rápidamente y ver una imagen en movimiento) y hasta los populares “Elige tu propia aventura”, donde se trastoca la linealidad con que tendemos a imaginar los libros.
¿Cómo define Borsuk el “libro”, entonces? Ese es el único término que no figura en el glosario: la autora se vale de las posibilidades que le otorga la materialidad del códice e intercala cada cinco o diez páginas una hoja completamente negra, por donde asoman sin tinta los caracteres a través de los cuales distintas personas citadas en el texto dan su definición de lo que para ellos es un libro.
Amaranth Borsuk, El libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos, traducción de Lucila Cordone, Ampersand, 2020, 298 págs.
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