Apenas iniciados los años sesenta, Roland Barthes se entrevistó con Claude Lévi-Strauss. En un café cercano lo esperaba su amigo Algirdas Greimas, quien al encontrarse con él supo que el gran antropólogo no había aceptado dirigir la tesis de Barthes porque no incluía en su estudio los objetos. El desencuentro es más que una anécdota. Los objetos a los que se refería Strauss eran los vestidos, las prendas. Barthes quería estudiar el discurso de la moda, la escritura sobre la moda (algo que hizo, pero no como tesis de Estado).
Fashion Theory es una compilación de artículos de Valerie Steele, doctora en Historia y curadora. Es la primera traducción al castellano de algunos de sus trabajos. Ella no descuida el objeto, parte de él, y defiende la moda, pero sin asirla con una definición precisa. Narra la desconfianza de la Academia, los prejuicios que la moda despierta como arte por su carácter funcional, a pesar de que ello no la diferencia de la arquitectura, por ejemplo; denuncia la negación de un comportamiento, social, que la instituye como uno de sus primeros referentes y del cual no quedan exentos los propios censores. Pero la defensa que hace de la moda, de su importancia cultural, peca de alguna inocencia política. El libro de Steele, una elegante introducción a las complejas tramas de geografías, diseñadores, industria, sexualidad, grupos sociales, censuras, persecuciones, artistas, arte, modelos, performance y biografías personales, tropieza con la disculpa. La moda no necesita ser inmaculada para volverse un objeto de estudio necesario: tal vez su mayor interés esté justamente en sus oscuridades, que Steele tiende a ocultar.
Por otro lado, ¿es “moda” una referencia inequívoca? No. Porque si con ella nos referimos a un comportamiento compartido en un lapso más o menos efímero, consciente en mayor o menor medida, no necesariamente se limita a la vestimenta, aunque la incluya. Porque si aceptamos referirnos con “moda” sólo a las maneras compartidas de vestir deberíamos discutir, por ejemplo, cuál es el alcance social de una colección de temporada de un gran diseñador. Y porque la moda dialoga con el estilo pero no se confunde con él, como tiende a ocurrir en casi todo el libro, que no diferencia ni problematiza la relación entre esas dos maneras de hacer (de vestir, de diseñar, de confeccionar) que poseen discursividades contemporáneas a ellas con distintos grados de consensos, cuyas autopercepciones se distinguen entre sí, que desarrollan distintas temporalidades, más y menos morosas, y que dialogan de maneras diferentes con la muerte.
A pesar de ello, Fashion Theory es un aporte importante a la historia en castellano de los estudios sobre la moda. Sus artículos, de muy distinto origen (capítulos de libros, textos de catálogos, notas de revistas), escritos entre 1988 y 2013 y con objetivos disímiles (biográfico, historia cultural, metodológico, antropológico), describen e introducen un rico y complejo territorio que necesitó ser legitimado para poder entrar en la Academia. Es un libro útil. Pero exige una lectura crítica/metodológica: porque a pesar de recuperar la dimensión material de la moda, los objetos ausentes en Barthes, recopila antes que analiza sus discursos. Y porque su celo defensivo, que subraya las apropiaciones y resignificaciones femeninas de una moda producida principalmente por hombres, hoy y aquí requiere la revisión que impone nuestra contemporánea perspectiva de género.
Valerie Steele, Fashion Theory. Hacia una teoría cultural de la moda, traducción de Lilia Mosconi, Ampersand, 2018, 360 págs.
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