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A veces parece que nada más se puede decir en torno a la figura de Walter Benjamin. Citado, revisado, recuperado, convertido en adalid del ejercicio crítico en cualquiera de sus aspectos institucionales, Benjamin termina siendo un lugar común más que un nombre propio. Materiales para un autorretrato tiene la astucia de recopilar textos de diferentes momentos de la vida de Benjamin para que él mismo, de una manera muy lateral, muy insinuada, se presente. Marcelo Burello, traductor y compilador del libro, ha elegido diversos fragmentos de las ediciones de su obra completa y de sus cartas para armar un posible rompecabezas a cuyo encanto, aun sin todas las piezas y con ese espíritu fragmentario que el propio Benjamin cultivó en vida, cualquier lector pueda sucumbir.
En la primera sección, “Años de aprendizaje”, hay una serie de textos marginales y poemas de juventud que van siguiendo las reflexiones de Benjamin en sus primeros años, mostrando así un inusitado interés con respecto a la educación erótica en las escuelas por las que fue pasando, y terminan con una reflexión en torno a “Lo luciferino”, que encuentra en la figura del “ángel caído” un diálogo no resuelto entre lo angélico y lo infernal. Entre lo místico y lo racional, también, algo de lo que se ocupa la sección “Intentos y fracasos”, donde se van a estipular protocolos de investigación que racionalizan ese espacio considerado meramente manejado por afinidades, por intuiciones. Así, aparece este problema en la presentación de la malograda revista Angelus Novus, título que remite al ángel de Paul Klee al que volvería definitivamente en las “Tesis de filosofía de la historia”. Digamos, la presentación de una revista que nunca verá la luz pero en la que Benjamin deposita toda su confianza crítica, y ya deja ver el verdadero lugar que quería ocupar en la escena intelectual alemana, como luego confiesa en una carta a Gershom Scholem: el del primer crítico de la literatura alemana.
Con dos secciones más, el verdadero logro del libro es insistir en los pormenores de un pensador con infinidad de matices. Jugador sin dinero, enamoradizo, entregado a un pensamiento trágico que lo llevó a contemplar la posibilidad del suicidio más de una vez, Walter tenía todo para ser apenas una nota al pie dentro del pensamiento alemán. Y, sin embargo, es el prisma desde el cual pensamos la relación de Occidente con la Revolución Rusa, el nazismo o la más rabiosa actualidad cultural y estética. Tan contagioso es el estilo de Benjamin que las notas finales de Burello sobre las fuentes de los textos reunidos repiten en clave local los mismos golpes y efectos de estilo del “retratado”. Esta antología confirma la frescura de la producción benjaminiana y nos permite discutir, con mayores fundamentos, los modos de la intelectualidad local que operan sobre un pensador poco afín a lo estático. Y es que el Benjamin autorretratado le gana con creces a esa imagen fija del Benjamin didáctico, escolar y sistemático que, por momentos, parece imponerse. Llamemos a este libro, entonces, un antídoto.
Walter Benjamin, Materiales para un autorretrato, prólogo, selección y traducción de Marcelo Burello, Fondo de Cultura Económica, 2017, 218 págs.
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