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Howard Becker califica su último libro, Para hablar de la sociedad. La sociología no basta, de sermón. De eso se trata: de un pedido vehemente a la congregación de cientistas sociales para que amplíen los horizontes y se animen a buscar nuevas formas de representar la sociedad.
La primera parte del libro trae algunas definiciones teóricas, pero siempre con una sencillez y un sentido del humor que les quitan todo formalismo sin por ello restarles rigor. El objeto que se aborda son las representaciones sociales, “algo que alguien le cuenta a otra persona acerca de determinados aspectos de la vida social”. Se trata, según entiende Becker, de productos organizacionales que describen cómo son las cosas en un lugar específico y un momento determinado, de modo que la forma y el contenido de las representaciones varían al compás de las organizaciones sociales. En el sermón hay un mantra que se repite: cada modo de representar la realidad es perfecto para algo. Eso es así porque el trabajo representacional se reparte entre los productores y los usuarios, mientras que la organización social incide en aquello que los usuarios consideren que la representación debe hacer y en los estándares bajo los que la juzgarán. Los receptores de estos informes no cumplen un rol pasivo para Becker, ya que realizan un trabajo para interpretarlos, denominado “constructo”. La dificultad para arribar a este constructo aumentará a medida que los productores se atrevan a cuestionar algunos de los acuerdos preexistentes y los procedimientos estándares de elaboración y comunicación de representaciones, y obliguen a los usuarios a hacer un mayor esfuerzo para darles sentido.
En la segunda parte, Becker aporta algunos ejemplos de pensadores que, insatisfechos con las formas de representación disponibles en sus tiempos, decidieron innovar. Uno de ellos fue Max Weber, cuya noción de tipos ideales buscaba mostrar las interconexiones entre distintos elementos y cómo influyen idealmente unos sobre otros, de manera que podamos imaginar cómo funcionarán luego en el mundo real. También Erving Goffman, a quien destaca por su capacidad de llevar a cabo un estudio sobre un tema tan controvertido como las “instituciones totales” sin formular juicios morales, apelando a un lenguaje neutral que le permitió hacer ciencia. Pero los sociólogos no detentan el monopolio del conocimiento de la sociedad, y para probarlo Becker introduce ejemplos de representaciones provenientes de otras disciplinas, como el teatro de Bernard Shaw, Caryl Churchill y Wallace Shawn o las novelas de Jane Austen.
Si para hablar de la sociedad la sociología no basta, Becker propone explorar recursos poco convencionales como novelas, obras de teatro, películas, fotografías, gráficos o mapas. Las ciencias sociales harían bien en atender a la prédica de este sociólogo norteamericano para intentar librarse del corsé académico que ciñe sus disciplinas. Es cuestión de animarse a innovar, lo que requiere que los productores de representaciones se salgan de los formatos estandarizados y que sus usuarios estén dispuestos a trabajar un poco más. Un reto que vale la pena afrontar.
Howard Becker, Para hablar de la sociedad. La sociología no basta, traducción de Hugo Salas, Siglo XXI, 2015, 336 págs.
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