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George Steiner definió al intelectual como un sujeto que lee muñido de un lápiz. Subrayar, insertar signos de interrogación o exclamación, hacer anotaciones al margen: operaciones básicas a la hora de construir sentido, un ejercicio anterior a proyectar una figura de autoridad que intervenga en el campo intelectual, un método para establecer conexiones entre diferentes discursos, una práctica sutil. Y, ejecutada con ironía, un arte que desafía los pétreos límites del sentido común. Meditada desde contornos opuestos, la lectura adquiere una dimensión misteriosa.
Subrayados. Leer hasta que la muerte nos separe es una excelente recopilación de artículos críticos de María Moreno sobre ese fantasmático artefacto: la literatura. Diversos tópicos valen para irradiar a la escritura de una singularidad asombrosa. Sexo, biografías de díscolos asesinos, entrevistas filosas, crónicas de viajes inventados, nouvelles de poetas inexistentes. Pretextos para emprender una esmerada dialéctica entre lectura y escritura. Un recorrido sinuoso, valiente y heterodoxo antecede a la publicación de este texto. Y abre camino a propuestas innovadoras. Quizás arriesgadas.
Las afirmaciones de María Moreno, por fortuna, se enhebran a partir de la arbitrariedad y la insolencia. Sendos atributos tienen la impostura de los blasones plebeyos. Sus análisis desgarran el texto sobre el que se posa su mirada. La elaborada ingeniería crítica elude la solemnidad que suelen ostentar los aparatos críticos académicos ortodoxos. No porque la autora los desconozca; tan sólo por elección de tono y configuración. “Me formé como autodidacta, como tantos escritores de los años setenta…” La información es pertinente para establecer el escenario imaginado como punto de partida de sus preocupaciones. Esquelas mordaces o sarcásticas, saeta de aguas turbias. Subrayamos: “¿Puede un río ser culpable de encubrimiento y asociación para el delito de genocidio?”. Y cavilamos en la perplejidad. Porque nuestro hábito de lectura se ve alterado por la desmesura y el ansia de juzgar con perfil polémico. Tal vez deberíamos esforzarnos y realizar una lectura en paralelo con la recopilación de los textos críticos de Beatriz Sarlo. ¿Qué clase de argamasa podríamos atisbar entre ambas reflexiones? No se trata de armar podios o jerarquías banales sino de yuxtaponer para establecer nuevas coordenadas. Mezclar los subrayados y delinear un rumbo incierto.
En uno de los ensayos se puede leer la siguiente sentencia: “Me gustaría morir leyendo, nadie escuche en esta declaración la construcción pedante para una mitología intelectual, ya que podría leer cualquier cosa”. La sensibilidad de un lector del futuro seguirá subrayando estas “errantes especulaciones”. “Las mujeres que salen a la esfera pública son las más deseadas”, escribió Moreno alguna vez. Ni más ni menos.
María Moreno, Subrayados. Leer hasta que la muerte nos separe, Mardulce, 2013, 291 págs.
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